10.4.08

Salvemos La Bandera del Cusco

Lima, 09 de abril del 2008.- El pasado martes 01 de abril fue presentado a los medios el libro “LA BANDERA DEL CUSCO, TESTIMONIO, DESLINDE Y DEFENSA DEL PATRIMONIO”, del autor Julio Gilberto Muñiz Caparó, ex alcalde del Cusco, cuyo contenido es evitar se destruya la bandera de todos los cuzqueños.
Julio Muñiz aclaró varios puntos a algunos opositores de la actual bandera, quienes buscan darle un nuevo diseño siguiendo el argumento que la bandera cuzqueña no tiene registro conocido y que tiene una semejanza con el estandarte gay.
En el encuentro con la prensa Muñiz reveló que su mayor deseo es impedir que la alcaldía del Cusco cometa una atrocidad histórica y cultural, eliminando un emblema que fue símbolo andino que existe desde los primeros albores de la historia andina.
También aclaró que quizá su error fue no haber hecho este testimonio al terminar su gestión, porque si así lo hubiera hecho nadie se hubiera atrevido a decir algunas cosas.
La bandera del Cusco tiene más años que el estandarte gay, aclaró Muñiz, no tengo nada en contra de esta comunidad pero la bandera del Tahuantinsuyo fue creada primero.
RESUMEN DEL LIBRO
EL LIBRO DE JULIO GILBERTO MUÑIZ CAPARÓ, EX BURGOMAESTRE CUSQUEÑO “LA BANDERA DEL CUSCO, TESTIMONIO, DESLINDE Y DEFENSA DEL PATRIMONIO” NACE EN RESPUESTA A UNA CAMPAÑA CONTRA LA BANDERA. ESTA OBRA ACLARA ALGUNAS OBJECIONES Y EXPONE QUE EL EMBLEMA CON LOS COLORES LINEALES DEL ARCO IRIS TIENE RAÍCES ANCESTRALES EN LA CIVILIZACIÓN ANDINA.
El Concejo Provincial del Cusco, a través de la regidora Leonarda Ayarza, está promoviendo el cambio radical de la Bandera del Cusco, porque, a su juicio, dicho emblema se confeccionó “en 1978 sin estudios históricos ni opinión de especialistas”.
A la campaña se han sumado algunos detractores, entre los que sobresale el doctor José Tamayo Herrera, quien acusa al ex alcalde Julio Gilberto Muñiz Caparó, de “haber introducido y creado la bandera, basado en un error monumental”. Dice, sin embargo, “que el verdadero creador de la bandera de los siete colores del arco iris es el pintor Juan Bravo, cuyo diseño lo usurpó el empresario Raúl Montesinos Espejo. Agrega que el regidor Mario Cutimbo Hinojosa, sin ningún estudio, hizo comulgar ruedas de molino al alcalde Muñiz y consiguió que se oficializara en el mes de junio de 1978. Dice, además, que “por lo tanto, la bandera vigente es inapropiada, falsa, apócrifa, sin autenticidad, equivoca, bochornosa, no es simbólica ni bella ni significativa”.
El libro “La Bandera del Cusco, testimonio, deslinde y defensa del patrimonio” de Julio Gilberto Muñiz Caparó responde a dichas objeciones y expone que el emblema con los colores lineales del arco iris tiene raíces muy hondas en la civilización andina, sociedad ancestral de gran madurez, cultivadora de la reciprocidad, respetuosa de sus valores, símbolos y tradiciones y protectora del entorno que la acoge.
Muñiz Caparó sostiene que esta divisa flameaba y flamea en el corazón de la nación peruana desde épocas inmemoriales. Era el símbolo inequívoco de la conducta solidaria, participativa y fraterna del pueblo andino. Nació en los albores de su historia, se empinó en el Tawantinsuyo, se fortaleció durante la invasión y permanece vigente en el escenario republicano. La bandera de los siete colores lineales del arco iris es emblema del cooperativismo peruano y del Cooperativismo Mundial desde el año de 1925.
Quienes sostienen lo contrario, no advierten el enorme daño que hacen a la tradición peruana y al pueblo mismo al desinformar de manera tan irracional. Esas personas, cegadas por el personalismo y la discriminación no han podido enterarse que la bandera mestiza del Arco Iris, tal cual hoy serpentea libremente tiene arraigo nacional e internacional desde antes del año de 1847, fecha en la que arribó al Perú la ilustre luchadora social Flora Tristán. En efecto, dice la historia que doña Flora Tristán, una de las fundadoras del feminismo moderno y abuela de Paúl Gauguin, cuando llegó al Perú en 1847 para reclamar la herencia de su padre, el político Francisco Tristán y Moscoso, en una de las visitas que hizo a Cumana, Arequipa, encontró un templo dedicado al Arco Iris. Al ver la Bandera de los siete colores, se impresionó vivamente. A su regreso a Francia, habló con Charles Fourier, creador de los falansterios y logró que la bandera con los siete colores horizontales fuera adoptada como símbolo institucional. Años más tarde, en 1925, Charles Gide, consiguió que se oficializara como la Bandera de la Cooperación Universal en reunión de la A.C.I. (Alianza Cooperativa Internacional) realizada en Frankfurt’ Alemania. La Bandera Internacional de la Cooperación es la "Huancha Kuichi" que representa la Bandera del Arco Iris, “hermandad y fecundidad del imperio Inca”. Esa enorme institución mundial, hoy conformada por cerca de mil millones de seres humanos, hizo flamear los siete colores lineales del Arco Iris con las mismas características de la hoy denominada Bandera del Cusco oficialmente desde el año 1925, pero ya era conocida y reconocida desde el año de 1847.(Fuentes: Alianza Cooperativa Internacional. Boletín Informativo COOPERATIVO COPESNA).
La Bandera del Cooperativismo Peruano tiene los siete colores lineales del arco iris con las mismas características de la vigente bandera del Cusco y ondea en los cielos peruanos desde sus inicios institucionales hace ochenta y tres años. Este organismo mutualista alcanzó fortaleza y creció considerablemente con la dación de la Ley de Cooperativas 15260 propuesta y dictaminada por los entonces diputados nacionales, doctores Rodolfo Zamalloa Loaiza y Luis Rodríguez Vildosola, promulgada por el presidente Fernando Belaunde Terry en 1962.
Existen otras muestras indiscutibles de la presencia histórica de los siete colores en la vida andina, agrega Muñiz Caparó. Veamos, por ejemplo, dice, cómo nuestros mayores supieron darle un valor científico a cada color del Arco Iris, según explica en los siguientes párrafos el estudioso del mundo andino Arquitecto peruano Mario Osorio Olazábal: “la nación andina tenía siete orientaciones: “Adelante, Atrás, Izquierda, Derecha, Arriba, Abajo y Centro. Estas direcciones son parte de una estructura geométrica que se refleja en el hexágono. Es decir: dos triángulos equiláteros que forman una estrella de 6 puntas más el Centro. Esa estructura está manifestada en las obras arquitectónicas de la civilización andina que, a su vez, son ordenadores para toda forma de trabajo, del mismo modo que son formadoras del lenguaje ideográfico. Se deriva de tal estructura, la Cruz Cuadrada, una especie de patrón de planificación territorial y base para todo lo que significa registros astronómicos, así como también para el desarrollo de los calendarios”. “La escuela o formación andina se sustenta en principios científicos”, dice Mario Osorio Olazábal. Y agrega: “Esta escuela, permite ver con gran claridad las bases de su extraordinario desarrollo en todos los campos donde se han desenvuelto. A cambio de la especulación se emplean las probabilidades. Ello se puede visualizar en todos los nexos que cada concepto genera. Cuando la comunicación o nexo entre uno y otro concepto se corta o no existe entonces se estaría dentro del campo especulativo”. "Todos estos conceptos están representados por el Arco Iris simbolizado por sus siete colores", explica Osorio. “Dichos colores, están basados en el rojo, amarillo y azul, de los cuales se derivan sus combinaciones naranja, verde y violeta. (El blanco es la representación de la Luz, el Conocimiento, la Sabiduría). La civilización andina conoció y aplicó estas combinaciones que tienen connotaciones científicas”. La muestra más evidente de ello -añade Osorio- es la división vertical en 3 partes que hicieron del territorio andino: Iunka, Kichua y Kulla, aún vigente”. Y explica: “La primera: Iunka - Región Caliente, representada por el color rojo. La segunda: Kichua - Región Templada, representada por el color amarillo. La tercera: Kulla - Región Fría, representada por el color azul”. “La política andina se valía de estos 3 principios. Cada región, por su temperatura, tenía características especiales y bien definidas para la flora, la fauna, los minerales, las enfermedades, el clima, la conducta humana, entre otras. De ese modo se les identificaba como los Iunka (hoy yungas), los Kichua (hoy quechuas) y los Kulla (hoy collas). De esa forma, también, la civilización andina logró administrar adecuadamente los recursos humanos y naturales del territorio”. “En el mundo Andino nada era arbitrario, insiste Osorio. “Cada color implicaba las frecuencias de onda de la luz que tenían incidencia en los seres que habitaban esas regiones. Cada una de las 3 regiones tenía su propia subdivisión en tres partes: caliente, templada y fría, repitiéndose el mismo principio que, visto en colores, pasaban a ser colores secundarios y colores terciarios. Es decir, en cada región había, a su vez, una zona caliente, una templada y otra fría y de ese modo, la ciencia andina se manifestaba claramente en sus distintas actividades y formas de expresión, vestimenta, festividades, ritos y conductas humanas... “Estas siete direcciones se pueden visualizar en las divisiones que hacían del territorio: vertical y horizontal. La vertical, que acabamos de explicar, afirma Osorio, se integraba con la horizontal que era de 4 partes; de donde derivaba el término Tawantinsuiu (Las Cuatro Parcialidades. También reconocido como La vertiente que riega a las parcialidades. La vertiente que une a las regiones o la unión de las cuatro partes del mundo y del universo) “Tal división horizontal se fundamentaba en la ciencia contenida en la estructura de la Hermandad Aiar, compuesta por 8 miembros. Los Aiar eran una Hermandad, descendientes de una institución ancestral, con un conocimiento de mucha profundidad y con el compromiso de difundirlo entre todos los miembros de la nación andina. El origen de la división horizontal, se tomaba directamente de lo que representaba cada hermano. El Hermano Principal, estaba vinculado directamente con la Vara, la misma que tenía relación con el oro y éste con la luz, que a su vez representaba el conocimiento, la sabiduría. Los tres Hermanos restantes, representaban los tres niveles del crecimiento de una planta que asciende verticalmente. Las 4 Hermanas, formaban la imagen del cuadrado y como tal: la Tierra -representada por una línea horizontal que significaba Reposo-. El Hermano Principal Soberano descendiente de las alturas y Gran Señor, Conocedor y Poseedor de los Misterios de lo Profundo, Habitante de las Alturas que sana y alimenta con alegría del trabajo y del conocimiento se ubicaba en el Centro y las líneas vertical y horizontal formaban la Cruz, cuyos lados eran los puntos cardinales necesarios para registrar los ciclos del tiempo. Sólo así podían desarrollar la agricultura”.
Una nítida señal de las muchas que se dan en el presente trabajo, es el descubrimiento de un quipu que últimamente hizo la arqueóloga Ruth Shady en la ciudadela de Caral (al norte de Lima) cuya antigüedad seria de entre 2500 y 2000 años antes de Cristo. Dicho quipu está conformado por ramales de cuerdas con nudos, de varios colores con los que los antiguos peruanos daban razón de las historias, noticias y de las cuentas. (Alberto García M., La República, s/f. Domingo, febrero 12, 2006)
También se encuentran señales muy claras en la Sabiduría Paracas que se desarrolló paralela a Chavín (1,000 - 200 a. de C.) en el departamento de Ica. Esta cultura es conocida por las abundantes tumbas halladas en la península de Paracas. Basándose en ellas se distinguen dos etapas. La primera se denomina Paracas Cavernas y se caracteriza por sus tumbas en forma de botellas de pico largo. En el fondo de estas se colocaban fardos funerarios ornados de textiles multicolores y una cerámica de decoración incisa y pintura post cocción. Se trata de mantos rectangulares, largos y anchos como una manta (su tamaño, por término medio llega a alcanzar 2.50 x 1.30 m) cuya base es de algodón o lana, rematada por un bordado de motivos policromos. Los motivos se repiten son pequeños y se repiten con diferentes combinaciones, representando seres mitológicos y muy eventualmente, motivos geométricos. Las tonalidades son delicadas y armoniosas. Los especialistas en el tema han llegado a contar 7 colores con los que se han logrado hasta 190 gradaciones de color. (http://www.gabrielbernat.es/peru/preinca/cultpreincaicas/formativo/PARACAS.
El prolijo seguidor de la Historia de las Banderas José Manuel Erbez que recopila noticias y comentarios sobre el mundo de las banderas publicó en su pàgina Web La Driza (26/08/06) un cuadro restaurado por el Instituto Nacional de Cultura (Lienzo Santiago Mataindios) mostrando, según su propio comentario, la referencia más antigua de una Bandera del Tawantinsuyo.
No obstante, insiste Muñiz, es imperioso recordar que la colisión de las culturas andino-europea implicó una ruptura no sólo política y socioeconómica del imperio sino que, además, significó la destrucción paulatina de un sistema metafísico sobre las creencias y la concepción del mundo idealizado por los habitantes de los Andes. En medio de estos destrozos, los europeos se esforzaron por hacer desaparecer los símbolos andinos que para los runasimis representaban orientación y guía en la evolución de la persona. Uno de esos símbolos es precisamente EL UNANCHA. El licenciado Evaristo Pfuture Comsa, coincide con distintos autores en el sentido de que “El Unancha significa Bandera y simboliza el haber alcanzado el dominio sobre sus pasiones, sentimientos, apegos, emociones, deficiencias físicas y psíquicas, así como haber desarrollado las facultades superiores a la par de un Gobernante o Inka. Es Gobernarse a así mismo y gobernar a la naturaleza viviendo según sagradas normas”.
Nuestros antepasados conocían perfectamente el verdadero significado de los vocablos quechuas “Laphara”, “Phalala Unancha”, “Wiphala” y “Qerara”, y tenían absoluta conciencia de la profundidad de su trascendencia como símbolo. Ellos manejaban este concepto con gran respeto y corrección, de la misma forma que supieron darle un apropiado tratamiento a todos sus símbolos con la función expresada en cada uno de ellos. Conocían e interpretaban el lenguaje de la naturaleza y eran flexibles y reverentes con las señales recibidas y con gran sapiencia construían, sembraban y se conducían por el camino del bien común.
Según Juan José Vega son varios los historiadores hispanos que afirman la existencia de la bandera andina. “Hemos encontrado, dice, importantes citas de Pedro Cieza de León, por ejemplo, quien hace un acucioso relato de las batallas de Manco Inca en 1536 donde los “guerreros indios portaban banderas”, "iban repartidos por capitanías y debaxo de banderas y con mucha orden y concierto y con gran silencio"; de Francisco López de Jerez: "todos venían repartidos en sus escuadras con sus banderas y capitanes que los mandan, con tanto concierto como turcos"; de Gonzalo Fernández de Oviedo: "en sus batallas y guerras usaban traer banderas y escuadras bien ordenadas; Pedro Gutiérrez de Santa Clara" la llevaba un orejón principal en alto, señalando con él que allí iba la persona del Inga"; Martín de Murúa: "el guión o estandarte real era una banderilla cuadrada y pequeña, de diez o doce palmos de ruedo, hecha de lienzo de algodón o de lana, iba puesta en el remate de una asta larga, tendida y tiesa, sin que ondease al aire, y en ella pintaba cada rey sus armas y divisas, porque cada uno las escogía diferentes, aunque las generales de los Incas eran el arco celeste y dos culebras tendidas a lo largo paralelas con la borda que le servía de corona, a las cuales solía añadir por divisa y blasón cada rey las que le parecía, como un león, un águila y otras figuras. Tenía por borla el dicho estandarte ciertas plumas coloradas y largas puestas a trechos “Bernabé cobo”. Joan Santa Cruz Pachacuti Yanque Salcamaygua. "Cada mil hombres con sus unanchas"
“Durante el incanato -explica Maria del Carmen García de la Universidad de Salamanca-, el Arco Iris fue una deidad importante para los gobernantes. Sabemos, por ejemplo, que el emblema de Pachacutec era una pequeña bandera con los colores del Arco Iris”. Es decir, “el Arco Iris era una divinidad protectora del Inca”.
La moción presentada por el regidor Mario Cutimbo Hinojosa en junio de 1978 fue consultada a un grupo de estudiosos de la materia presididos por el doctor Alfredo Yépez Miranda, ilustre maestro de quien Manuel Jesús Aparicio dijo: “Alfredo Yépez Miranda no sólo es cusqueño de nacimiento, sino cusqueño de profesión”. Esto puede verse en su vida y en su obra ligada profundamente a la sabiduría andina. Cabe señalar que todos los acuerdos municipales de la gestión, fueron puestos en conocimiento del pueblo en sendos cabildos abiertos, a los que asistían con entusiasta participación en forma infaltable algunos de los personajes que hoy dan la espalda. Jamás, ni durante los cabildos abiertos, ni después, hasta transcurridos 30 años, salieron a relucir voces de protesta por la oficialización (no creación como se pretende insinuar) de la bandera del Cusco. Recuérdese que como resultado de tales cabildos abiertos entre 1976 y finales de 1979, por obra y gracia del pueblo cusqueño, respaldado por el íntegro de sus instituciones sindicales, campesinas, estudiantiles, universitarias, profesionales, empresariales, eclesiásticas, sociales y culturales se organizó el Frente Unitario de Defensa y Desarrollo del Sur Oriente (Fudeso), institución que, haciendo historia, removió los pilares del gobierno de la Fuerza Armada y le arrancó en Palacio de Gobierno conquistas sociales en beneficio regional que no se han repetido.
Repasemos las calidades de humanidad del pueblo andino en la pluma de Osorio: “Fueron personas que integradas al orden y sabiduría pródiga de la naturaleza, supieron respetarla y protegerla, manteniendo su equilibrio en el territorio que ocuparon y cultivaron con tanto cariño. Supieron canalizar las energías a su alcance, instruyendo a su pueblo en los oficios, ciencias y artes por intermedio de la agricultura, la construcción, la textilería, la alfarería, la metalurgia, la ganadería, la alimentación, el almacenamiento, el desarrollo y la participación en la infraestructura vial y el riego, canalizando ríos y transportando el agua a cumbres a las que el hombre moderno no ha logrado todavía. Era gente alimentada con el conocimiento. Estuvo integrada a los ciclos estelares a través de la astronomía, la astrología. Desarrolló un extraordinario idioma que permite comunicarse con todos los seres, además de la genética, la medicina, la medida, el número, el peso, la danza, la música, todo esto plasmado en el lenguaje simbólico y la escritura ideográfica a través del color, del material, de la forma, de la proporción y de sus actos frente a sí mismos, a su familia, a su Ayllu, a su Provincia, a su Confederación de Naciones. La riqueza, variedad y vastedad de obras realizadas en todos los niveles de su actividad y calidades humanas hoy vigentes, hablan por sí mismas”.
Se ha dicho siempre que la ciencia de los símbolos es la madre de las ciencias. Los siete colores lineales del Arco Iris son el signo eterno y visible que personifica la estirpe andina, de la misma forma que lo son para todos los pueblos del Universo. Pretender hacer desaparecer ese emblema -el más bello del mundo- sin tener argumentos verazmente sólidos, sería una temeridad que no conseguiría el perdón de la Historia. Una Bandera no es sólo una seda rectangular que se alza para que el viento juegue con ella. Una Bandera es una fontana de sentimientos humanos que abriga, protege, honra y defiende un pueblo con raíces hondas y principios firmes. Al que porta una Bandera se le dice abanderado, porque lleva consigo el principio, el motivo, la razón de ser y la dignidad colectiva y su misión es defenderla con la vida. Los colores del Arco Iris siempre estuvieron y están presentes en las asambleas comunitarias, en los trabajos comunitarios, en el Ayni, la minka, en las ferias, las grandes fiestas y en sus reuniones costumbristas, cuando siembran, cuando cosechan, cuando hacen caminos, en los matrimonios, etc. En el Ayni, por ejemplo, donde la reciprocidad es el eje de la convivencia, la persona pide la cooperación directa de sus vecinos para construir su casa. A la hora de techar la casa, luciendo sus mejores atavíos de bellos colores trabajan con gran alegría y ayudan sin más esperanza de retribución que la correspondencia. El Ayni y la minka son instituciones que tienen asiento desde tiempos inmemoriales y permanecen vigentes con la misma fuerza de sus siete colores.
Las tradiciones de un pueblo no se matan, se fortalecen, se alientan, para que los seres humanos agrupados tras un gran principio se encuentren y se robustezcan. Bien sabemos que la tradición oral es el espejo de la acción colectiva, solidaria y anónima de los pueblos que construyeron y aún construyen su propia historia. Se repite de padres a hijos y se manifiesta en los usos y costumbres que aún están vigentes.
Los runas del Cusco, para centranos en el lugar geográfico que nos ocupa, desde tiempos pretéritos hacen uso de sus vestimentas con diversidad de colores que se diferencian unos de otros entre los centenares de ayllus confortantes de los 107 distritos del departamento. Cualquiera que ingrese a las profundidades de las comunidades cuzqueñas, podrá comprobar que, actualmente, cada una de ellas se viste de distinta manera, diferenciándose visiblemente de las otras comunidades. Ellos no necesitan portar una bandera diseñada al estilo europeo, pero, a través de su forma de vestir son portadores del alto valor y significación del concepto Bandera. Las confusiones a las que nos quieren llevar quienes sostienen que no existió bandera ni antes ni después del Tawantinsuyo, están sostenidas por argumentos tal vez atendibles y entendibles en tiempos de la conquista donde la Santa Inquisición y otras instituciones hispanas, ejercían el control de la información, de la conducta humana, la censura y el castigo, a quien se opusiera a sus exigencias. Si todos los investigadores de hoy, desprendidos ya del temor al castigo eterno, se animaran a destapar la olla de la verdadera historia del Perú y si se propusieran voltear las páginas parcialmente interpretadas desde ese entonces, podrían convertirse ahora en los heraldos de la justicia que la comunidad andina reclama con atronador silencio. Tanta injusticia acumulada en ese desigual universo humano durante la invasión, se convirtió en perversidad desde el 28 de Julio de 1821 y hoy, en plena modernidad, hay enormes saldos de gratuita discriminación, indiferencia, olvido y destrucción. Mientras impere la falta de identidad en nuestra nación, no faltarán personas que distorsionen, manipulen, oculten o malinterpreten la epopeya andina sabe Dios por que motivaciones. Para muestra un botón:
Nicanor Domínguez, férreo detractor de la Bandera de los siete colores del Arco Iris y de las tradiciones andinas, en su articulo ‘Uso y abuso de la historia” (pagina virtual “Laicota” abril 2007) dice que el Cusco “ha re-creado y reinventado su historia numerosas veces”, refiriéndose a la gran festividad del Inti Raymi. Restando credibilidad a la existencia de la Bandera multicolor, dice que “las pinturas coloniales del arco iris neo-incaicos no incluyen estos siete colores, como tampoco aparecen en las diversas muestras arqueológicas de cerámica prehispánica, Inca o pre-Inca”. Domínguez considera que son “muy vagas las descripciones testimoniales hispanas y peruanas que vieron directamente a la última generación de reyes y nobles inca cuzqueños respecto de banderas y estandartes en los ejércitos indígenas”. Domínguez, en cambio, defiende a ultranza y presta la mayor credibilidad a las que él llama “decisiones “fundamentales” que tomaron el gobierno del Virrey Toledo (1569-1581) y el Tercer Concilio de Lima (1583) respecto de cómo promover la evangilazacion de los indígenas, reasentados en pueblos o en reducciones bajo el control de corregidores y párrocos. El propio Domínguez reconoce que “para argumentar la inevitabilidad de la llegada del Catolicismo a los Andes, los evangelizadores se apropiaron de imágenes y símbolos indígenas, que reutilizaron dándoles un contenido cristianizado”. Para Domínguez es digno de encomio y aplauso lo que hicieron los invasores. Por supuesto, se cuida de no decir que, Toledo, tras ejecutar con villanía en ceremonia pública al último sublevado Inca Tupac Amaru, montó una campaña concertada para desacreditar el sistema. Y al comprobar que la religión andina florecía en las entrañas del pueblo, declaró que “las prácticas religiosas indígenas” constituían un desafío claramente subversivo y potencialmente peligroso para la inicua ocupación. Toledo usó el poder que le delegó la corona para tratar de extirpar las “idolatrías y hechicerías”, persiguiendo y neutralizando a los amautas aborígenes.
Sin duda, para los invasores, resultaba inevitable destruir, ocultar o tergiversar la concepción andina hasta hacer desaparecer el estado Inca, la misma que contendía por si sola con el pensamiento y creencias occidentales. No obstante los esfuerzos realizados para alcanzar tales propósitos, nunca lo consiguieron. No olvidemos que las leyes andinas continúan vigentes y son las zapatas que sostienen la tradición de nuestro heroico pueblo.
Ellos, los runasimis, otorgaron esencial importancia a los colores de bellísima combinación que fluyen del Arco iris, al que le supieron rendir honor y pleitesía, fuente de inspiración de su Bandera multicolor. A decir de Hugo Romero Bedregal, la forma y patrón de pensar del mundo andino, discrepaba diametralmente con la forma y patrón de pensar de occidente. Estos últimos en una obsesión por el descuartizamiento de la realidad andina optaron por separar el espacio del tiempo, mientras que los seres andinos trabajaron permanentemente en la unificación del espacio con el tiempo.
La concepción andina no se inventa ni se reinventa. Estuvo, está y estará expresada en su conducta social, moral y ética que es paradigma de la humanidad. Juan José Vega, releyendo al historiador mestizo, explica que “reinando Yahuar Huaca, el Inti Raymi era ya festividad principal del estado cusqueño” y agrega: “el sol vive. Vive en el actual Inti Raymi del Cusco. El sol, divinidad universal de la humanidad en lejanos tiempos, vive así en el Perú y en América con mas fuerza que en otras partes del mundo, gracias a los Inkas y merced al Cusco, para el cual cabe siempre un respetuoso homenaje”. Pacheco Farfán dice que los andinos, como producto de un elevado nivel de desarrollo racional, lograron conocer las leyes de la naturaleza, del cosmos, de la sociedad humana, del mundo animal, de la vida vegetal y consecuentemente, no se dedicaron a depredar, ni a destruir ni a explotar. Todo lo contrario, se dedicaron a proteger, a transformar, considerando que su propia existencia dependía de la presencia y continuidad de todas las fuerzas, elementos materiales, formas de vida existentes en la pachamama. Incluso, agrega, elevando a una categoría religiosa que merecía profundo respeto y veneración.
Así, ellos alcanzaron su verdadera categoría de seres humanos.
Muñiz Caparó concluye invocando a las autoridades municipales de turno para que, antes de adoptar cualquier medida unilateral que pudiera lesionar el interés colectivo, proceda a sondear en todos los sectores de la ciudadanía, utilizando todos los medios a su alcance hasta conocer con certeza la temperatura popular. No es suficiente, dice, la opinión de un reducido número de intelectuales reunidos en un foro convocado por la Comisión de Turismo, Cultura y Educación edil que, además, adelantó opinión y mostró parcialidad. Tampoco es suficiente una consulta hecha a la ligera. Propone que se convoque a un Referéndum vigilado por el Jurado Nacional de Elecciones y la ONPE, para que se conozca la opinión libre de los trabajadores, campesinos, chóferes, estudiantes, maestros, profesionales, empresarios, religiosos y militares, sin perjuicio de consultar al pleno de la nación andina, es decir, a los pueblos de los Cuatro Suyos de América, como ante la Convención Mundial Sobre el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, de la que el Perú es miembro y beneficiario.
A las autoridades del Cusco, recalca, les corresponde la obligación y el honor de declarar la intangibilidad de nuestros símbolos recogidos por la tradición, como garantía de defensa de los principios andinos que no se circunscriben a la ciudad del Cusco, que tienen que ver con los intereses colectivos e individuales de los pobladores del mundo andino extendido en los dominios de las cumbres de América. No es éste un problema sólo atribuible al Cusco, porque no somos, los cusqueños, los únicos herederos del pasado andino.
Muñiz Caparó recuerda que el estado Peruano del Siglo XXI ha firmado y ratificado todas las herramientas internacionales que consagran la vigencia y amparo de los derechos humanos. Estos instrumentos legales, establecen compromisos obligatorios para el estado respecto de la protección, de la igualdad de oportunidades y la no discriminación de las personas. No es el gobierno local, por muy autónomo que sea, quien deba arriesgarse a la violación de dichos acuerdos. El disfrute de esos derechos humanos, en igualdad de condiciones, principio universalmente reconocido, implica la eliminación de todo tipo de discriminación, por sexo, género, orientación sexual, edad, raza y otra de cualquier índole.
Una de las fundadoras del feminismo moderno y abuela de Paúl Gauguin, el licenciado Evaristo Pfuture Comsa, coincide con distintos autores en el sentido de que “El Unancha significa Bandera y simboliza el haber alcanzado el dominio sobre sus pasiones, sentimientos, apegos, emociones, deficiencias físicas y psíquicas, así como haber desarrollado las facultades superiores a la par de un Gobernante o es gobernarse a así mismo y gobernar a la naturaleza viviendo según sagradas normas”.

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