1.11.09

La bandera de Nelson y la operación Estrella

El cómico robo de la bandera de Nelson y de la enseña de las milicias tinerfeñas, ocurrido en la santacrucera iglesia de La Concepción en enero de 1977, denota lo desastrosa que llegó a ser la intentona terrorista de los independentistas del Mpaiac de Antonio Cubillo.

ANTONIO HERRERO - DANIEL MILLET | SANTA CRUZ DE TENERIFE Ahora que ha vuelto a rebrotar el sentimiento separatista, tan minoritario y residual como en aquellos duros años de transición, es bueno recordar qué supuso, con qué apoyos contó, de quién se apoyó y, sobre todo, de qué forma fue desarticulado tras apenas dos años de violencia.

Un comando de cuatro personas que quería entrar en el brazo armado de los independentistas del Mpaiac –más que pertenecer a él formalmente– se plantó la madrugada del 20 al 21 de enero de 1977 en la iglesia de la Concepción, de Santa Cruz de Tenerife, y penetró por el coro con el objetivo de robar el Pendón de la Conquista y ganarse la confianza del líder de la organización, Antonio Cubillo. Con las prisas y la oscuridad, agarraron lo primero que trincaron: dos estandartes que estaban tras una vitrina en el patio principal del templo. Cuando fueron a celebrar la hazaña, se dieron cuenta de que no era el Pendón: eran la bandera tomada a las fuerzas de Nelson cuando en 1797 intentaron tomar la capital tinerfeña, perteneciente a la fragata Esmerald, y una bandera española de las milicias defensoras tinerfeñas al mando del general Gutiérrez.

Entonces, ¿qué le iban a decir a Cubillo? Uno de los miembros del comando llamó poco después al líder del Mpaiac a Argel y le reveló el fatídico error –el Pendón era símbolo del yugo colonial, pero la bandera de Nelson y la de las milicias representaban precisamente lo contrario– con el temor a recibir una bronca. Pero no, Cubillo lo celebró y consideró que aún así era un buen golpe, porque se trataba de dos símbolos de gran importancia para la sociedad chicharrera. Así es que les pidió discreción y que se las hicieran llegar a su exilio en la capital de Argelia. Le hicieron caso en lo primero, pero no en lo segundo. De fogalera, uno de los insurgentes relató a una persona lo que acababan de hacer. Fue el absurdo principio del fin de la efímera existencia de la rama terrorista del Mpaiac.

Esta historia, que destacaron los diarios de la época y amplió después con todo lujo de detalles el profesor de la Universidad de La Laguna, Domingo Garí, en su obra Historia del Nacionalismo Canario, refleja hasta dónde llegaba la capacidad organizativa del grupo armado separatista canario, el único en la historia que intentó la vía del terrorismo. Y si tan curioso fue el robo en sí de los dos estandartes, más curiosa fue la forma en que las autoridades se percataron de la sustracción y cómo uno de los integrantes del comando fue localizado y detenido en el aeropuerto de Los Rodeos, sólo 8 días después. "Una vez finalizada la solemne ceremonia religiosa que, presidida por el obispo de la Diócesis, se celebró en la parroquia de La Concepción con motivo del primer centenario de su consagración, se observó que una de las vitrinas donde se conservaba la bandera española de las milicias tinerfeñas y la de Nelson se encontraba abierta y dichos estandartes habían desaparecido". Así lo contó El Día, que precisa que el gobernador civil de la provincia, "señor" Mombriedro de la Torre, y el alcalde accidental, "señor" Acuña Dorta, volvieron al interior del templo para cerciorarse de que lo que les acababan de decir era verdad. El Movimiento para la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario (Mpaiac), creado a mitad de los sesenta por Cubillo y cuyos postulados independentistas se habían radicalizado durante aquellos años duros de la transición a la democracia, denominó aquella lucha "violencia creadora".

La primera acción armada, recuerda Garí en su libro, se produce en noviembre de 1976 con la colocación de una bomba casera en los almacenes Galerías Preciados de Las Palmas, que sólo se saldó con daños materiales. Las posteriores acciones, siempre caseras, habían hecho movilizarse aún así a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Hasta que llegó el robo de las banderas, una historia más propia de las películas de José María Forqué –sobre todo el de Atraco a las tres–, que de una revolución con fundamento.
El comando iba por su cuenta y estaba en ese momento casi integrado en el Mpaiac. Se denominó Erelca, de tendencia anarquista. Estaba integrado por Juan Pedro Hernández Rodríguez (alias Juan el Barba o Juan Banderas), director del hotel Seguro de Sol de Puerto de la Cruz; Pedro Aniceto Medina Calero, policía armado; Luis Alberto Martín Garbote y Miguel Hernández Herrero (alias Babán). Las bravuconadas de uno de ellos, entre trago y trago, poco después de la hazaña les iba a terminar costando mucho más caro de lo que jamás imaginaron, ya no sólo al Erelca, sino a todo el brazo armado del Mpaiac. Para empezar, la redacción de El Día recibió unos días después del suceso de las enseñas la visita de una persona que tenía algo que decir. Tuvo un amago de arrepentimiento, pero volvió a las tres de la madrugada para cantar. El Día trasladó la confidencia a la Policía.

El 29 de enero, Juan Hernández Herreros era detenido cuando iba a tomar un avión a Zurich, Suiza, para desde allí volar hacia Argel y encontrarse con Antonio Cubillo. El joven (26 años) fue llevado a las dependencias policiales para proceder al registro de su equipaje. Los agentes ya se lo esperaban: dentro de una maleta negra se encontraron la bandera de Nelson y la española de las milicias. "El nombre del detenido con las enseñas fue el facilitado a El Día y comunicado a la Policía", tituló el periódico tinerfeño en las páginas de sucesos.
Tanto Hernández como los otros tres integrantes del grupo pasaron a la prisión de Santa Cruz de Tenerife el 3 de febrero de 1977, de donde salieron en el mes de abril, si bien Pedro Medina Calero estuvo con anterioridad en el Castillo de San Joaquín, por su condición de policía. En la investigación, la Guardia Civil concluyó que los arrestados proyectaban la venta de los símbolos y con el importe adquirir fondos que sirvieran para subvencionar futuras acciones encaminadas a la obtención de la independencia del Archipiélago. Pero hallaron mucho más. Un dosier con futuras acciones: localizar un campo de base en Taganana, robar explosivos en la cantera La Jurada de San Andrés, volar los repetidores de Radio Nacional de España en el parque Las Mesas; realizar pintadas y colocación masiva de banderas separatistas canarias, secuestrar a un mando militar, vigilar y destruir un presunto campamento de Guerrilleros de Cristo Rey y robar el Pendón de Castilla para su posterior traslado a Argel.
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La Opinión de Tenerife

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