15.9.10

El país de las banderas

César Fagoaga | México DF

Un vistazo en cualquier calle mexicana hace suponer que la fabricación de banderas es un negocio sumamente lucrativo estos días. Los edificios públicos lucen enormes y largos pendones en sus puntos más visibles, muchos balcones tienen colgada alguna y en las esquinas del centro histórico del Distrito Federal, inundado por miles de peatones por los festejos del Bicentenario, los vendedores se reproducen para ofrecer las banderas tricolores, originales o piratas. El país está tapizado de banderas.

La cosa cambia cuando se entra a una tienda especializada. La Bodega es una tienda-fábrica de banderas. Jaime Pérez, el dueño de este local situado en la calle Moneda, a un costado del Zócalo, no tiene cinco minutos para dar una entrevista. Está muy ocupado tratando de vender alguna pieza: las ventas, pese a las publicitadas celebraciones del inicio del Bicentenario de la independencia, han sido más flojas que otros años. Pérez se esfuerza en convencer.

"La temporada es muy corta y debido a los recortes presupuestales mucha gente del Gobierno no compra, compran nada más para llenar el momento, pero ya no son las ventas que se daban año con año. La gente tampoco tiene tanto para gastar", dice Pérez, una vez que ha vendido algo, unas guirnaldas tricolores, ni siquiera su producto estrella.

Su tienda, inaugurada en 1902, vende banderas mexicanas para todo gusto: imperiales, con serigrafía, bordadas, pintadas a mano y gigantes de 25 por 50 metros (a un precio de poco más de 110 dólares). Las más populares, cuando las vende, son las de serigrafía de 1.9 por 1.5 metros, a 70 pesos la pieza (cinco dólares).

Fuera de La Bodega, al menos cinco vendedores ofrecen banderas más baratas. Las tienen en la calle, a diez pesos, casi recogidas por si se acercan los policías que eventualmente hacen operativos antipiratería. Ésas están hechas en China, son el 90% de las que se venden en las calles, según un cálculo hecho el año pasado por la Unión Nacional de Productores Artesanales.

Jorge Campos Alameda acaba de comprar una bandera mexicana-china, además de un par de banderines para su coche. Dice que lo hace cada año y lo explica con devoción religiosa: "Somos mexicanos y queremos a nuestra patria. Es un orgullo".

La bandera es la protagonista en México. Tiene su propio día, el 24 de febrero; debe izarse al menos 42 veces al año, según la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales; y cada lunes, los estudiantes de las escuelas y secundarias públicas deben rendirle honores.

Más delante de la calle Moneda, en una de las esquinas del Zócalo, hay un vendedor de banderas artesanales. Se llama Alberto, empuja un carro metálico repleto de lienzos y como el dueño de La Bodega está decepcionado con el Bicentenario. "Otros años se vende bien, pero este año que es del Bicentenario no se está vendiendo, la gente ya no quiere comprar, está perdiendo la costumbre", dice Alberto mientras acaricia la tela. "Y éstas son mexicanas, ya ves que hay producto chino".

La invasión china por un lado; del otro, el presidente de México, Felipe Calderón. Este año, cuando el gobierno federal prepara un maratón de festejos (2.428 según la agenda oficial), el presidente anunció que todas las familias mexicanas tendrían una bandera gratis. Y ya han comenzado a llegar directamente a sus casas, pequeñas banderas acompañadas de una carta firmada por el propio Calderón.

Lo anunció en junio y lo recordó el pasado 26 de agosto desde su cuenta de twitter: "El libro de historia y la bandera nacional se están entregando a cada familia mexicana con motivo del Bicentenario y del Centenario". Una semana más tarde, también en twitter, aclaró que las suyas no venían de Asia: "La bandera que corresponde a cada familia mexicana fue hecha por empresas y trabajadores mexicanos, incluyendo muchas costureras".

El Mundo

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