22.9.10

¿Necesita Nigeria cambiar su bandera?

En este artículo, la autora comenta los cambios de bandera producidos en Sudáfrica y Malawi, y sugiere la necesidad de que otro país africano, Nigeria, cambie también la suya para reflejar mejor su carácter como una de las principales potencia del continente.

African viewpoint: Flying the flag

In our series of viewpoints from African journalists, Elizabeth Ohene, asks whether Nigeria should follow South Africa and Malawi by choosing a new flag.

It seems the exact moment of independence is the time the old colonial power's flag comes down and the flag of the newly independent country goes up.
So what do flags say about a country?

I was at the unveiling of the new, post-apartheid South African flag back in April 1994 and I still recall the shock and disgust that engulfed the room when that flag was revealed.

I remember I filed a not-so-complimentary report for the BBC about it.

The reception given to the flag was so hostile that the committee that had been charged with finding a flag for the new South Africa was forced to announce that this was only an "interim flag" and would be changed after the constitutional negotiations were complete.

Full white sun

But guess what, the flag quickly grew on us and by the time the Nelson Mandela inauguration was over a month or so later, it had become so popular, nobody has raised the issue of it being an interim flag ever again.

And indeed when you look at the flag now, it does seem to capture the spirit of the new South Africa.

It goes beyond unity, which was what everybody was trying to capture then. It seems to show vitality and effervescence.

Then enter Malawi, where the government has recently changed the national flag and is threatening arrest and prosecution for anyone found carrying the old flag.

And yet the change is not very much really.

The red and black strips have changed position, the red is now on top and the black strip in the middle and there is a green strip still below.

The most important change is that the red rising sun at the top has been replaced with a full white sun in the middle.

We have the word of President Bingu wa Mutharika for it that this is meant to show the change in status of Malawi from a developing country, denoted by a rising sun, to that of a developed nation, denoted by a full sun.

"We cannot permanently live in the past," is the way the president put it, and the new flag denotes the changed status of Malawi.

I confess I haven't been to Malawi for about 14 years and I am willing to accept the word of the president that the country has changed into a developed nation.

Although I notice the World Bank and IMF have not yet updated their classification and still list Malawi amongst us poor developing countries.

As flags go though, I am afraid the Malawian flag is still unattractive and looks like something from a junior secondary school art class.

Giant of Africa

All the same, the concept of changing your flag to denote a change in your economic circumstances does have a certain ring to it.

My thoughts turn to our cousins Nigeria, who are just about to celebrate the 50th anniversary of their independence.

I have always felt that their national flag does not quite capture the dynamism and vigour of the country and its people.

It is a beautiful flag, I concede, but it seems placid and appears to denote a people who would turn the second cheek when given an unprovoked slap. But we all know better than that.

In 1959 when the flag was adopted, their circumstances and aspirations were probably quite modest. Now that the country is the "giant of Africa", should it not have a flag to match that status?

There is just about enough time for somebody - not a Malawian - to quickly design a suitable one and as 1 October dawns, the old flag would be lowered and the new vibrant flag would be raised.

It could also denote a new beginning and then they wouldn't have to spend so much money trying to re-brand and give a different image to their country.

A new flag for Nigeria at 50, I say.

BBC News

21.9.10

La bandera de la liberación vuelve a Francia 64 años después de su robo

En tiempos de guerra es habitual que los soldados que participan en los conflictos se queden con 'souvenirs' únicos y, normalmente, robados. Según el filósofo Glenn Gray, combatientes arriesgan sus vidas para adquirir estos mementos particulares porque, aparte de su valor material que puedan tener, los objetos tienen enorme valor simbólico: no sólo sirven como testimonio del acontecimiento vivido, si no que el propio acto de conseguirlo implica una confianza interior que uno va a llegar a sobrevivir el conflicto y mostrar ese trofeo personal.

A lo largo de la II Guerra Mundial muchos de los combatientes se entretenían compitiendo para conseguir más y mejores souvenirs que sus compañeros. Innumerables son los veteranos que volvieron a casa con pistolas luger adquiridas de los cadáveres de enemigos batidos y parafernalia nazista robada de las distintas ciudades que liberaban de la ocupación hitleriana.

El 25 de agosto de 1944 -el día que entraron las tropas estadounidenses en París-, un joven soldado norteamericano se hizo con un souvenir particularmente llamativo. En medio de las celebraciones en la capital, el militar escaló el Arc de Triunfo y se robó la enorme bandera francesa que se había colgado para marcar el fin de la ocupación. El veterano mantuvo la bandera -de unos 11 metros de largo- con él durante lo que le quedó del conflicto, y cuando terminó la guerra se la llevó a casa en Nueva York.

Sin embargo, ya devuelta en Estados Unidos, el veterano empezó a ver su trofeo personal como un símbolo no de valor, si no de vergüenza. Había robado la bandera de la liberación de un pueblo que había pasado cuatro años ocupado por los nazis. Desconcertado, ocultó el objeto.

Hasta este año. Seis décadas y media después de ser robada, la bandera vuelve a casa. El sábado autoridades del Ayuntamiento de París tomaron posesión del gran tricolor en el pueblo de Chandolas, en el sur de Francia -primera parada en su retorno triunfal a la capital-. Aunque el veterano ha insistido en mantenerse en el anonimato, por la vergüenza que sigue sintiendo por el robo, las autoridades parisinas dicen estar encantadas con su gesto, e insisten que sólo sienten un enorme agradecimiento hacia su persona.

"Este hombre arriesgo su vida por liberar a nuestro país. Sentimos hacia él todo el afecto de un pueblo profundamente agradecido", dijo una fuente del Ayuntamiento.

La historiadora Christine Levisse-Touze ha sido encargada para verificar la autenticidad de la bandera; tras una examinación inicial, la francesa dice que el tricolor parece corresponder con la bandera desaparecida, y su preservación cuidadosa ha hecho que esté en una condición excelente.

Levisse-Touze insiste que el acto en 1944 no se debe considerar como un robo. "Era muy normal quedarse con objetos para recordar las andanzas durante la Guerra; honestamente, si un soldado americano se quiere llevar un souvenir de Francia, no creo que hay nada mal en hacerlo. Lo que hizo, dado el contexto, es algo por el que no se le puede criticar".

La bandera fue colgada originalmente por bomberos parisinos ligados a la Resistencia el 25 de agosto de 1944 para celebrar la entrada en la ciudad de las tropas de la Segunda División Armada del general francés Philippe Leclerc. La bandera desapareció el mismo día, y no hubo constancia de ella hasta el año pasado cuando el chef francés Armand Lourdin coincidió con un grupo de veteranos americanos en un club privado del pueblo de Chappaqua, Nueva York.

Uno de ellos le confesó, en privado, que había sido quien se había robado la bandera, y pidió que Lourdin la devolviera a Francia. El sábado el chef la entregó en su pueblo natal de Chandolas. En los próximos días se espera el retorno definitivo del tricolor a la capital francesa.

El Mundo

16.9.10

La bandera de siete estrellas, en un acto con Melchior


Un miembro de la tripulación del 'Logos Hope' creyó que la enseña independentista era la oficial de la Autonomía y el equipo de protocolo del Cabildo no se percató

M. Á. A. / G. R.
SANTA CRUZ DE TENERIFE
La mayor biblioteca flotante del mundo recaló ayer en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. A bordo del Logos Hope, más de 7.500 libros aguardan en sus estanterías la curiosidad de los miles de visitantes que quieran subir al buque en cada puerto al que arriba bajo el lema de "conocimiento ayuda y esperanza". Con el Logos Hope viajan un total de 400 voluntarios de 45 nacionalidades distintas, por ello también se le conoce bajo el seudónimo de "Las Naciones Unidas flotante", según destaca la propia tripulación.

Demasiadas banderas bajo una misma cubierta. Una por cada patria o nacionalidad de estos navegantes que surcan las aguas de todo el mundo. Sin embargo, en el acto oficial de presentación de esta biblioteca flotante se situó, junto a la roja y gualda del Estado español, la bandera con las siete estrellas verdes que ha enarbolado el independentismo canario desde 1964 –y posteriormente la propia Coalición Canaria– en lugar de la enseña oficial de la Comunidad Autónoma.

Esta circunstancia no pasaría de ser una mera anécdota si no es porque al acto estaban invitados el presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, entre otras autoridades y si no es porque tal y como aseguró ayer a este periódico la propia directora del proyecto Logos Hope Tenerife, Haidé Burgos, "los responsables de protocolo del Cabildo visitaron el barco a las diez de la mañana, cuando aún estábamos colocando el atril y las butacas y no advirtieron nada extraño en el montaje del evento", destacó y añadió que, de hecho "le preguntamos precisamente por si estaban bien colocadas las banderas, la del país, la de la Comunidad Autónoma y la de la isla de Tenerife, y nos dijeron que sí". Burgos confió en que este hecho "no haya supuesto ningún problema" y afirmó que "fue una persona que viaja con nosotros en el barco la que nos indicó que ésta de siete estrellas verdes era la bandera de Canarias", concluyó la responsable.

Por su parte, fuentes del Cabildo quisieron restar importancia a la presencia de la bandera tricolor que presidía el acto de bienvenida del buque en el que intervino con un pequeño discurso el presidente de la Institución insular.

Cabe destacar que, al lado, en el centro de la sala preparada para el acto, se había dispuesto la bandera de España aunque sin incluir el escudo oficial que luce desde la caída de la Dictadura.

Bandera tricolor

La bandera tricolor de siete estrellas verdes, fue creada en 1964 por Antonio Cubillo, fundado del Movimiento Autonomista Canario (MAC) que más tarde sería Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (Mpaiac). Esa bandera emplea los colores blanco, azul celeste y amarillo, y siete estrellas verdes dispuestas en círculo en el centro para simbolizar la igualdad entre las siete Islas del Archipiélago canario en contraposición al pleito insular.

Cubillo se inspiró en la enseña de franjas verticales adoptada por el Movimiento Canarias Libre en 1961 cuya confección se le atribuye a María del Carmen Sarmiento, Jesús Cantero y Arturo Cantero.

Posteriormente esta bandera sería adoptada por otras organizaciones políticas que no se han definido como independentistas. Así estarían la Unión del Pueblo Canario, el Partido Comunista de Canarias o Izquierda Unida Canaria, al igual que el sindicato regional Intersindical Canaria.

Posteriormente, en el III Congreso Nacional de Coalición Canaria, que se celebró en 2005, adoptó como suya la bandera de las siete estrellas verdes. El actual presidente de la Comunidad Autónoma, Paulino Rivero, llegó a asegurar en aquel entonces que sería la bandera oficial de Canarias en caso de que la formación nacionalista llegase a gobernar con mayoría absoluta.

La Opinión

15.9.10

El país de las banderas

César Fagoaga | México DF

Un vistazo en cualquier calle mexicana hace suponer que la fabricación de banderas es un negocio sumamente lucrativo estos días. Los edificios públicos lucen enormes y largos pendones en sus puntos más visibles, muchos balcones tienen colgada alguna y en las esquinas del centro histórico del Distrito Federal, inundado por miles de peatones por los festejos del Bicentenario, los vendedores se reproducen para ofrecer las banderas tricolores, originales o piratas. El país está tapizado de banderas.

La cosa cambia cuando se entra a una tienda especializada. La Bodega es una tienda-fábrica de banderas. Jaime Pérez, el dueño de este local situado en la calle Moneda, a un costado del Zócalo, no tiene cinco minutos para dar una entrevista. Está muy ocupado tratando de vender alguna pieza: las ventas, pese a las publicitadas celebraciones del inicio del Bicentenario de la independencia, han sido más flojas que otros años. Pérez se esfuerza en convencer.

"La temporada es muy corta y debido a los recortes presupuestales mucha gente del Gobierno no compra, compran nada más para llenar el momento, pero ya no son las ventas que se daban año con año. La gente tampoco tiene tanto para gastar", dice Pérez, una vez que ha vendido algo, unas guirnaldas tricolores, ni siquiera su producto estrella.

Su tienda, inaugurada en 1902, vende banderas mexicanas para todo gusto: imperiales, con serigrafía, bordadas, pintadas a mano y gigantes de 25 por 50 metros (a un precio de poco más de 110 dólares). Las más populares, cuando las vende, son las de serigrafía de 1.9 por 1.5 metros, a 70 pesos la pieza (cinco dólares).

Fuera de La Bodega, al menos cinco vendedores ofrecen banderas más baratas. Las tienen en la calle, a diez pesos, casi recogidas por si se acercan los policías que eventualmente hacen operativos antipiratería. Ésas están hechas en China, son el 90% de las que se venden en las calles, según un cálculo hecho el año pasado por la Unión Nacional de Productores Artesanales.

Jorge Campos Alameda acaba de comprar una bandera mexicana-china, además de un par de banderines para su coche. Dice que lo hace cada año y lo explica con devoción religiosa: "Somos mexicanos y queremos a nuestra patria. Es un orgullo".

La bandera es la protagonista en México. Tiene su propio día, el 24 de febrero; debe izarse al menos 42 veces al año, según la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales; y cada lunes, los estudiantes de las escuelas y secundarias públicas deben rendirle honores.

Más delante de la calle Moneda, en una de las esquinas del Zócalo, hay un vendedor de banderas artesanales. Se llama Alberto, empuja un carro metálico repleto de lienzos y como el dueño de La Bodega está decepcionado con el Bicentenario. "Otros años se vende bien, pero este año que es del Bicentenario no se está vendiendo, la gente ya no quiere comprar, está perdiendo la costumbre", dice Alberto mientras acaricia la tela. "Y éstas son mexicanas, ya ves que hay producto chino".

La invasión china por un lado; del otro, el presidente de México, Felipe Calderón. Este año, cuando el gobierno federal prepara un maratón de festejos (2.428 según la agenda oficial), el presidente anunció que todas las familias mexicanas tendrían una bandera gratis. Y ya han comenzado a llegar directamente a sus casas, pequeñas banderas acompañadas de una carta firmada por el propio Calderón.

Lo anunció en junio y lo recordó el pasado 26 de agosto desde su cuenta de twitter: "El libro de historia y la bandera nacional se están entregando a cada familia mexicana con motivo del Bicentenario y del Centenario". Una semana más tarde, también en twitter, aclaró que las suyas no venían de Asia: "La bandera que corresponde a cada familia mexicana fue hecha por empresas y trabajadores mexicanos, incluyendo muchas costureras".

El Mundo