26.6.14

Banderas: miles de años uniendo a las personas

Españoles de Madrid, el País Vasco o Cataluña; franceses de París, la Bretaña o la Guayana; irlandeses católicos, australianos aborígenes o bóers de Sudáfrica… todos tienen una bandera, ese símbolo de identidad y pertenencia a un grupo, región o país por el que muchos hombres y mujeres han perdido la vida. Un símbolo que a muchos les llena de emoción e, incluso, les provoca las lágrimas en los acontecimientos más diversos, desde un mundial de fútbol a una guerra fratricida, generando un sentimiento que no es, ni mucho menos, nuevo, sino que tiene milenios de antigüedad.

«La primera bandera tal y como la conocemos hoy apareció en Cartago, después de fundarse en el 800 a.C. Allí se usó la primera tela atada a un palo que podía flamear. Era roja, indicando poderío económico, o del color del tejido sobre el que aparecía el caballo de Pegaso. Hay otros historiadores que sostienen que la primera bandera es la de Capua, la ciudad fundada en el siglo V a.C. que pasó a manos de Aníbal», explica José Antonio Alcaide, ponente de vexilología del Instituto de Historia y Cultura Militar, especializado en la Historia Antigua.

Hubo que esperar más de 26 siglos para que estas banderas fueran adoptadas por las naciones. Hoy no hay agrupación u organización que no tenga una: desde agencias gubernamentales a equipos de fútbol, pasando por las provinciales, comunidades autónomas, colegios, universidades, instituciones científicas, partidos políticos, sindicatos, movimientos guerrilleros, grupos étnicos, corporaciones empresariales… Es como si se careciera de identidad si no se tiene una.

Banderas de la prehistoria

El origen, sin embargo, hay que buscarlo algunos milenios antes de la fundación de Cartago. Tenemos que remontarnos a la prehistoria, al momento en el que se formaron los primeros grupos humanos y surgieron los primeros líderes. Estos hombres encargados de gobernar y resolver los litigios de las primeras comunidades comenzaron a diferenciarse del resto llevando un gorro en la cabeza y un asta, barra o lanza en la mano. Sobre esta colocaron adornos o emblemas conocidos como «vexiloides», que han terminado dando nombre a la «vexilología», el estudio de las banderas.

El primer «vexiloide» que conocemos es una placa de metal labrada de Persia que tiene más de 5.000 años de antigüedad. En el Museo de El Cairo hay también una tabla de piedra tallada de la época del Rey egipcio Narmer, del 3400 a.C., en la que aparecen representados una serie de hombres portando estos estandartes. Y en una conversación entre Yahveh y Moisés que aparece en el relato de la salida de los hebreos de Egipto del Antiguo Testamento puede leerse: «Los israelitas acamparán cada uno junto a su guión, bajo las enseñas de sus familias».

«Estos ejemplos no son lo que hoy entendemos como banderas. Y es cierto que en aquella época se entendían como tal, pero actualmente ya no», aclara Alcaide. De hecho, hubo que esperar a que se desarrollara la seda en China para que se produjera el primer cambio, ya que se trataba de un material mucho más ligero, fuerte y fácil de transportar, que podía ser de gran tamaño, alzarse por encima de las tropas y distinguirse perfectamente en la distancia. Además, su gran superficie permitía dibujos más elaborados.

Su uso se extendió desde China a Mongolia, India o Persia, hasta que llegó a Roma y al resto de Europa. «En Roma se utilizaba un marco cuadrado de madera en el que se enganchaba la tela, que aun no flameaba», explica Alcaide, donde explica que ya había eseñas en las que aparecían figuras de animales como el caballo, el jabalí, el águila o la loba. Mediante estos símbolos se conseguía crear un sentimiento de grupo y reunir a los soldados en pleno combate, de la misma forma que hoy las naciones se agrupan en torno a las banderas nacionales.

Banderas en las batallas

El objetivo de estas primeras banderas, que eran portadas por un hombre en las batallas y tenían, efectivamente, un carácter militar y ceremonial (pues decían a los demás quién es quién), era doble: marcar la posición del general en el fragor de loa contienda y señalizar los movimientos a sus tropas, razón por la cual recibe el nombra de «enseña». «A los romanos, originariamente se les ocurrió coger un manojo de hierbas y atarlo con una cuerda a una lanza. La palabra manojo, de hecho, viene de “manípulo”, que era la unidad de la legión romana, que equivale a una compañía de soldados de hoy en día», cuenta el vexilólogo del Instituto de Historia y Cultura Militar.

Cuando los fenicios fundaron Cartago en el siglo VIII a.C., suprimieron el marco de madera en el que se situaba la tela, atándola a un palo o una lanza. Fue en ese momento en el que apareció la bandera tal y como la conocemos hoy. «Era lo más sencillo para ellos, porque, en medio de la guerra como estaban, seguramente no tenían medios, capacidad ni tiempo para hacer esos marcos. Les resultaba mucho más fácil utilizar la lanza y el trapo en medio de la batalla para posicionar al jefe y dirigir los movimientos», puntualiza Alcaide.

Así fueron entendidas las banderas hasta el siglo XII, cuando comenzaron a servir como una forma de identificar a los monarcas y sus dominios. Durante los siglos posteriores, tanto las ciudades como los gremios adoptaron sus propias banderas. Y desde entonces se introdujeron allá donde se necesitaba fomentar el sentimiento de grupo y unidad, provocando las emociones más fuertes de sus integrantes y el odio más corrosivo de sus rivales. «La bandera es la encarnación, no del sentimiento, sino de la historia», dijo el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, a principios del siglo XX.

 ABC

24.6.14

Jaén: La mitad de los pueblos no luce la bandera provincial


Si a alguien se le ocurriese pensar que los ayuntamientos que no tienen colocada la bandera de la provincia son de determinado color político, se equivocaría de pleno. En un sondeo que realizó Diario JAÉN, a los 97 municipios, durante los diez primeros días de junio, la realidad era esta: En 46 ayuntamientos la bandera de la provincia ondeaba al viento que mejor sopla, mientras que en los 51 restantes aún no estaba puesta y, en algunos, ni se la esperaba. Las razones para colocarla o no son variopintas.

Ayuntamientos, como el de Santiago de Calatrava, su alcaldesa, Rocío Zamora, daba una razón de peso: “Tenemos previsto ponerla esta misma tarde”. O el de Castellar: “Está prácticamente puesta, pero esperamos al herrero a que venga a colocarla”. Otros, como el de Lopera, que no la tenía puesta en su día, ha enviado a la Redacción de Diario JAÉN una fotografía en la que se constata lo de “habemus vexillium” (tenemos bandera), es decir, que, desde hace unos días, ondea en su balcón.
La nueva insignia debió coger por sorpresa a algunas corporaciones. Todos los ayuntamientos tenían colocadas tres banderas: la andaluza, la española y la europea. Incluso, algunos añadían una cuarta local. Pero no preveían que se sumaría una más, la de la provincia.

La razón que más se repite en el sondeo es: “Hemos encargado el mástil al herrero y aún no nos ha llegado”. En el caso de Villarrodrigo acababan de recibir el nuevo mástil, pero aún no estaba puesta. La bandera de la provincia fue entregada, el pasado 20 de marzo, por el presidente de la Diputación de Jaén, Francisco Reyes, a cada uno de los alcaldes de los 97 ayuntamientos. Unos ayuntamientos, como los de Quesada y Torres de Albanchez, la colocaron al día siguiente. Otros, en una semana ya tenían puesto el nuevo mástil. Pero en otros, los alcaldes directamente subrayaban que en su municipio había “otras necesidades más prioritarias que atender”. El caso de Úbeda es singular y un problema: “El balcón del Ayuntamiento es del siglo XVI y no cabe otro mástil. La base es de hierro forjado”.

En Segura de la Sierra, la razón de peso es que el Ayuntamiento está de mudanzas y ocupa provisionalmente una nave. Linares también tiene una casa consistorial provisional. Begíjar la tiene puesta en la oficina de atención al público. En Benatae esperan que les lleguen todas las banderas nuevas para colocarlas. Y en algunos pueblos esperan a sus fiestas para darle bombo y platillo.

Diario Jaén

22.6.14

La Bandera del Templo de San Francisco (V Parte)



Juan Pablo Bustos Thames

Los usos que pudo haber tenido esta Bandera. Las dimensiones de cada una de sus franjas. Las irregularidades en la “Bandera de San Francisco”. Los trabajos de restauración de 1820. La cinta celeste encontrada dentro de la Bandera. ¿De qué material está hecha la “Bandera de San Francisco”?.

La Bandera del Templo de San Francisco tiene unas dimensiones considerables, como para haber sido llevada por abanderados escolares. Recordemos que, según surge de las leyendas que se pintaron en su superficie, fue donada a la escuela argentina más antigua, (el actual Colegio de San Francisco, de San Miguel de Tucumán) por quien, en 1814, fuera el primer Gobernador de la Provincia de Tucumán, don Bernabé Aráoz.

Es decir, se trataba de una enseña de escuela. Por su gran tamaño (aproximadamente 2,90 mts. de largo por 1,82 mts. de ancho) debió haber sido muy difícil que fuera portada por abanderados escolares. Es más adecuado suponer que pudo haber sido izada en mástiles en ocasiones patrias, o exhibida colgada, enfrente de la fachada de la escuela, de algún ventanal (como se estilaba en la época), o llevada a los actos públicos sostenida por varias personas, sin mástil o asta.

Corrobora esta circunstancia el hecho de que, banderas de grandes dimensiones se utilizaban, en la época, para engalanar edificios públicos. El memorioso cronista porteño Juan Manuel Beruti cuenta que el 20 de Abril de 1815 el Gobierno obsequió al Cabildo de Buenos Aires (del cual el sobrestante Beruti era su tesorero pagador) un emblema de raso de gran valor, de 6 varas de largo y 3 de ancho, lo cual nos arroja unas dimensiones aproximadas de: 5 mts. x 2,50 mts. Esa bandera se colocó para flamear en la torre del Cabildo, con motivo de los festejos del 25 de Mayo de ese año. Beruti nos dice que era azul y blanca, con un sol en el medio.

Las dimensiones de cada una de sus franjas
La pregunta que se impone ahora es: ¿cuánto mide cada franja de la Bandera de San Francisco?. ¿Se respetan las mismas medidas en todas ellas, como hoy, en la Bandera Argentina actual?. Pues bien, merced a la cinta métrica que nos facilitó el guardián de la orden franciscana, Fray Marcos Porta Aguilar, medimos las alturas de las tres franjas horizontales que componen la Bandera de San Francisco. La superior celeste mide 71 cms. de altura, la central blanca, 50 cms., y la inferior celeste, 51 cms.

Como vemos, las tres franjas tienen dimensiones distintas e irregulares; siendo más alta, considerablemente, la franja superior, que las otras dos. Llama poderosamente la atención tamaña desproporción: es decir, que la franja de arriba sea más de un 40 % mayor que las otras dos. ¿Cómo se explica ésto?. De la época no se conservan enseñas que muestren desigualdad semejante. En efecto, la “Bandera de Macha”, que se exhibe en Sucre (Bolivia), y contemporánea de la de San Francisco, tiene su franja celeste del medio que mide 52 cms. de alto. Las franjas laterales blancas parecieran ser de menor ancho; pero no se pueden medir, con precisión, en razón de encontrarse los extremos blancos doblados, dentro de la vitrina que exhibe la enseña de Macha. Algunos sostienen que cada franja mide 29 cms. y otros, 52 cms., igual que el listón central celeste.

Supongamos que las dimensiones de las distintas franjas de la Bandera de Macha sean las siguientes: 29 cms. la blanca superior, 52 cms. la celeste central y 29 cms. la blanca inferior: en tal caso tendríamos un formato distinto al de las insignias argentinas actuales, donde las tres franjas horizontales son del mismo ancho; y nos estaríamos aproximando al más familiar diseño, para la época, de las banderas rojigualdas españolas.

En efecto, el actual emblema de la Madre Patria presenta una franja horizontal central amarilla que tiene el doble de ancho que la de sus extremos rojos. Es decir, no había, en la época, por qué imponer una uniformidad que no se observaba en las banderas que hasta hacía poco estaban acostumbrados a ver.

Las irregularidades en la “Bandera de San Francisco”
En el caso puntual de la “Bandera de San Francisco” vemos que tamaña irregularidad es aún mayor: presenta una franja horizontal celeste superior de considerables dimensiones (71 cms. de alto) comparada con la central blanca (50 cms.) y la inferior celeste (51 cms.). Sin embargo, no podemos asegurar que el listón celeste de abajo hubiera tenido siempre esa altura.

Al respecto se me ocurren dos posibilidades: o bien la Bandera siempre tuvo estas dimensiones, con lo cual una franja más alta celeste (la superior) se habría justificado si la Bandera se utilizaba para ser sujetada por arriba, para poder ser transportada, por un grupo de personas en una marcha, permitiendo su mejor manipulación; o bien podría ser colocada sobre una fachada de un edificio, o ventanal, se podía doblar un poco, unos 20 cms., desde la parte superior, por encima de la cornisa, para asegurarse debidamente y así recuperar las armoniosas medidas simétricas en sus tres franjas horizontales, ante la vista, desde abajo.

La otra alternativa es que la Bandera hubiera tenido, originariamente, franjas celestes más anchas, en ambos extremos; y que por la degradación de la tela y por haberse desflecado o desgastado más la franja inferior celeste, hubo que recortarla en alguna oportunidad, para preservarla mejor. Aún se observan grandes porciones de la tela celeste, resquebrajadas, que no se puede determinar, a primera vista, dónde encajarían, en el armado de este rompecabezas, que será recomponer esta enseña.

Es decir, esta Bandera, a la inversa del formato de la rojigualda española, pudo haber tenido dos franjas horizontales exteriores celestes de una mayor altura (al menos 71 cms.) que la franja central blanca (50 cms). Es decir, un 20 % más de superficie, cada una, que la franja del medio. Ello nos habría dado una insignia de mayores dimensiones aún, en su origen (de alrededor de: 2,90 mts. x 2,02 mts.).

Los trabajos de restauración de 1920
Esto nos lleva a una nueva pregunta: ¿Pudo haber sido restaurada, la “Bandera de San Francisco” con anterioridad a nuestra visita al claustro franciscano?. En oportunidad de contemplar esta enseña, mi hermano Horacio Bustos Thames y la restauradora, Lic. Cecilia Barrionuevo, me hicieron advertir que, en el extremo inferior derecho de la Bandera, al dorso de la misma, se podían observar los vestigios de un trabajo de restauración, que se había realizado, en el paño, al coserle, en el reverso del género, otra tela rústica blanca, para darle más sostén y cuerpo a la “Bandera de San Francisco”. Era como un trabajo de consolidación que se llevó a cabo hace casi un siglo.

¿Cómo lo sabemos?. Muy simple: al doblar el ángulo inferior derecho celeste de la insignia, encontramos el género ya amarillento que se le había cosido, y las siguientes leyendas, escritas con tinta azul, sobre ese misma tela: María Elisa Colombres, Guillermina Colombres, Amadeo Colombres, Micaela Colombres, Isabel Colombres, María Esther Colombres. Padre S. Villalba. Además de una fecha: Junio 20, 1920. Consultado Fray Marcos Porta Aguilar sobre la identidad de este Padre Villalba, nos refiere que seguramente ha de tratarse de Fray Salvador Villalba, guardián del convento franciscano en 1920.

Entonces, no siempre la “Bandera de San Francisco” estuvo recluída en la vitrina que todos los tucumanos estábamos acostumbrados a verla; sino que aparentemente fue guardada allí luego de habérsele realizado trabajos de restauración, efectuados o financiados por la tradicional familia Colombres, que quiso dejar registrada, para la historia, su participación en esta gesta, con motivo del primer centenario del fallecimiento del Creador de la Bandera Argentina, Gral. Manuel Belgrano.

Fue entonces, a partir de 1920, que la “Bandera de San Francisco” pudo haber sido confinada, arrugada, y plegada, como se pudo, al cuadro, que apenas exhibía partes de su franja central amarillenta, y dos palabras: “TUCUMAN” y “1814”; en donde permaneció, guardada, por casi noventa y cuatro años.

La cinta celeste encontrada dentro de la Bandera
Otro elemento que nos llamó la atención fue una cinta, suelta, celeste, de 13 cms. de alto y muy extensa, de largo; que se encontraba separada de la Bandera, como ribeteada. No podemos precisar si se trataría de una cinta que coronaba la insignia, como las actuales “corbatas” o moños que adornan las Banderas de Ceremonia. En opinión de la experta Lic. Barrionuevo, podría tratarse de una porción de la franja inferior celeste; que explicaría, en parte, el déficit en la altura de este listón, con respecto a la franja celeste superior.

Sin embargo, encontré difícil esa alternativa, por cuanto la franja inferior se encontraba, en su mayor parte, debidamente cerrada, con una costura prolijamente efectuada. Una alternativa que podría barajarse es que esa costura se hubiera llevado a cabo durante los trabajos de restauración de 1920, que ya refiriéramos; y que se dejaron, de todos modos, los pedazos que se habían recortado, dentro del cuadro que contenía la insignia, para resguardar todos los paños juntos, para la posteridad.

¿De qué material está hecha la “Bandera de San Francisco”?
Dos aspectos adicionales que merecen mencionarse, con respecto a la observación de la Bandera, son los relacionados con la textura de las telas y la costura entre las distintas franjas.

Comenta el autor Adolfo Mario Golman que los materiales más utilizados para confeccionar banderas, a principios del Siglo XIX eran la lanilla y el raso: “El raso, al ser una tela lustrosa de seda no resulta tan resistente a los fuertes vientos como la lanilla, que es un tejido hecho con lana fina. Esta última, se utilizaba para banderas de flameo, navales o de fortificaciones costeras. Con el raso se confeccionaban, mayormente, las enseñas que acompañaban los movimientos militares de tropas”.

En efecto, la tela utilizada en la “Bandera de San Francisco” fue al raso; que es una seda lustrosa y brillante. Puede apreciarse mejor en las franjas celestes de la insignia; que asemejan al cielo de un plácido día primaveral. Me llamó la atención la perfección de la textura y el brillo de la seda, así como su manufactura, que revelaba más bien su origen industrial y no artesanal. ¿De dónde pudo haber salido la seda para confeccionar la “Bandera de San Francisco”?.

(Continuará)

19.6.14

Elegida la bandera del XXIX Congreso Nacional de Vexilología



La Junta Directiva de la SEV ya ha tomado una decisión sobre la bandera conmemorativa del XXIX Congreso Nacional de Vexilología. Ha sido elegida por amplia mayoría la propuesta nº 1, presentada por Mario Ruiz.

Se trata de un sencillo diseño basado en la bandera de la comarca de El Bierzo, sustituyendo el aspa roja por la rojigualda de la SEV.

Esta bandera será usada en las distintas publicaciones y actividades que se realicen alrededor del congreso, que tendrá lugar en Ponferrada los días 18 y 19 de octubre del presente año.

En esta página pueden verse los 13 diseños presentados al concurso:

http://www.vexilologia.org/concursoponferrada.html

La bandera con el nuevo escudo de armas de Felipe VI ya ondea en la Zarzuela



El nuevo escudo de armas de Felipe VI ya ondea en la bandera del Palacio de la Zarzuela. Las armas del nuevo monarca son, en primer lugar, un escudo cuartelado de gules con un castillo de oro, almenado, mazonado de sable y aclarado de azur, que es de Castilla.

En segundo lugar, arriba a la derecha y en plata, un león rampante de púrpura coronado de oro, lampasado y armado de gules que es de León.

Abajo a la izquierda, de oro y con cuatro palos, es Aragón. Y finalmente, de gules, con una cadena de oro puesta en orla, en cruz y en aspa, con un punto de sinople, que es de Granada.

El escudo se timbra con una corona cerrada que es un círculo de oro, engastado en piedras preciosas en sus colores, compuesto de ocho florones de hojas de acanto visibles, interpolados de perlas de los que parten ocho diademas de perlas que convergen en un orbe azul con semimeridiano y en el ecuador de oro, sumado de cruz de oro, la corona forrada de rojo y va rodeado del collar del Toisón de oro.

El guión real sobre el que se bordan las armas antes descritas del monarca es de damasco carmesí, volviendo al tradicional color histórico. Sólo a partir de 1833 se convirtió en morado y más tarde, en azul.

Cadena SER

Ciudad Real, según ignorado privilegio, mostraba los pendones de la coronación de los reyes en las bóvedas de Santa María del Prado

José Golderos Vicario

Desde épocas aún anteriores a los Austrias y los Borbones, Ciudad Real gozaba del privilegio de proclamar a los reyes, paseando por sus calles y plazas el pendón real del correspondiente monarca que subía al trono, ignorando nosotros a que costumbre o ceremonia era debida esta tradición, concedida por la Corona a nuestra ciudad, condicionado quizá por ser “ciudad de fundación realenga”. Así, en virtud de lo destacado a través de las crónicas locales sabemos algunos datos, por escritos y tradición oral, pero sin el respaldo científico necesario.

No obstante, los actos públicos asumían particular importancia, tal como las honras fúnebres por reyes y príncipes, como los de Isabel I de Castilla, o Don Fernando en el siglo XVI. Las ceremonias de proclamación constituían para los ciudarrealeños una ocasión, al asistir en la iglesia de Santa María “la Mayor” al dicho acto. Sabemos que nuestro Ayuntamiento recogía la ceremonia detallada de la proclamación del rey Felipe V (que consta en los archivos municipales recogidos por sus escribanos). En Ciudad Real, como en algunos concejos, existía la figura del “alférez” desde la Edad Media. El dicho cargo tuvo unas grandes consideraciones para la época, tal como ocupar un lugar preferente en los cabildos, y sobre todo, el honor de ondear el pendón de la ciudad en las proclamaciones de los reyes y dar el grito ritual de “Castilla, Castilla, Castilla, por la Católica y Real Majestad; Dios guarde y prospere muchos años…”, respondiendo autoridades y público: “Viva, viva, viva; amén, amén, amén”(sic).

En una ocasión fue Francisco Velarde y Bermúdez al que correspondió tremolar el pendón o estandarte real, que lucían las armas de S. M. y las de la ciudad ”… que fue guiado a la parroquia de Santa María, donde el vicario y dignidades recibieron el pendón Real, que el alguacil recogió y prometió depositarlo y exhibirlo, según la tradicional costumbre en las bóvedas del templo. Así fue el ritual de la proclamación de Felipe V.
En nuestra ciudad hubo también un “corregidor”, equivalente a la representación de gobernador, es decir, “los ojos y oídos del rey”. Este personaje fue figura muy principal del municipio como un primer paso para conseguir la capitalidad, sumando a ello el establecimiento en la ciudad de la tesorería y contaduría de millones en tiempos de Carlos II.

Durante el s. XVIII la ciudad solicitó una Real cédula a Carlos III, que S. M. envió con data del 15 de febrero de 1761, casi recién subido al trono de España. La dicha cédula recogía las pruebas aportadas por Ciudad Real, y por los servicios prestados a la Corona desde siglos atrás. Ciudad Real lucho denodadamente por recuperar la capitalidad anteriormente arrebatado por Almagro durante once años. Nuestra ciudad gozó de favores de Carlos III.

Sabemos que, en la parroquia de Santa María, decía Clemente Domingo en la Guía de Ciudad Real de 1869 “…en las bóvedas del templo parroquial figuran hoy los estandartes que sirven en las proclamaciones de los Reyes, habiéndose reunido algunas veces hasta seis. No se sabe en virtud de qué privilegio deben fijarse allí, pero es lo cierto que apenas se ha verificado la proclamación, se hace estrega formal de los estandartes en esta iglesia…” (sic).

Cuando la proclamación de Carlos IV, en 1789, el corregidor solicitó de Vicente Maldonado y Mendoza, ser portador del pendón Real como alguacil mayor de Ciudad Real, pero el Ayuntamiento se opuso porque carecía del título de alférez. Y entonces, rey concedió el honor de portar el pendón a don Vicente “…en mi nombre, como alférez mayor de Ciudad Real…”

Si esta curiosa ceremonia de la proclamación de los reyes, cuyos datos hemos contribuido a dar a conocer, de haber persistido hasta hoy, tras la próxima coronación de Felipe VI, habría de colgarse en las bóvedas de nuestra Santa Iglesia Prioral Basílica Catedral, el correspondiente pendón del nuevo soberano de España. No obstante, aquí dejamos los datos, recogjdos cuasi inéditos en la historia de Ciudad Real.
Lanza Digital

FlagsQuiz, un juego sobre banderas para móviles



FlagsQuiz es una aplicación movil que consiste en adivinar los nombres de las cientos de banderas que ondean en el mundo. Para ayudar a conseguirlo, el juego da muchísimas pistas relacionadas con el pais de cada una de las banderas. Pistas que suelen estar relacionadas con la situación geográfica del país, su capital o ciudades mas importantes, accidentes geográficos destacados u otras curiosidades.

Si aun así no es suficiente para acertar el país al que corresponde la bandera, siempre se puede pedir ayuda a los amigos en Facebook y Twitter.

Una vez se acierta el nombre de la bandera del país, la aplicación muestra dónde se encuentra situado en el mundo. Además, va dando "monedas ficticias" que se pueden canjear por más pistas y otras funciones que ayudarán a conocer la bandera. Si en algún momento del juego el usuario se quedara sin monedas para canjear por pistas, siempre existe la opción de compra de estas monedas ficticias dentro del juego. Pero es una opción, ya que el usuario puede continuar jugando y aprendiendo sin gastar nada de dinero real.

Es una herramienta educacional gratuita excelente, adaptada a los tiempos y que puede jugarse de forma totalmente gratuita.

Enlaces de descarga para el smartphone.

- FlagsQuiz para iPhone
- FlagsQuiz para Android

17.6.14

La bandera olímpica cumple 100 años




Barcelona. (Redacción).- Hoy hace cien años el movimiento olímpico aprobó la que es su bandera oficial: los anillos olímpicos sobre el fondo blanco que conforman el emblema de los Juegos. La idea de Pierre de Coubertin, que ya había propuesto el emblema como símbolo del olimpismo en 1913, se hizo oficial el 17 de junio de 1914.

El propio Coubertin explicó con posterioridad a la aprobación de la bandera su significado. “Los cinco anillos representan las cinco partes del mundo que se han unido al olimpismo”, indicó, “y que han aceptado competir sanamente. Además, los seis colores, con el fondo blanco de la bandera, combinados representan a todas las naciones sin excepción”, explicaba en 1931.

La bandera olímpica debería haberse izado por primera vez en los Juegos Olímpicos de Berlín ’16, finalmente suspendidos por la Primera Guerra Mundial. De este modo, no fue hasta la primera prueba posterior al conflicto, los de Amberes 1920, en el que el símbolo reinó por primera vez.

En aquel evento, por vez primera, se hizo el relevo de la bandera, una ceremonia en la que el alcalde de la ciudad organizadora de los JJOO entrega al presidente del COI el emblema, y éste la entrega al alcalde del organizador de la siguiente olimpiada.

La Vanguardia

11.6.14

Béjar: El Consistorio, a la espera de las propuestas para elaborar la bandera

La Sociedad Española de Vexilología realizará varias sugerencias derivadas de la investigación auspiciada por el Centro de Estudios Bejaranos

El Ayuntamiento de Béjar permanece a la espera de conocer las propuestas de la Sociedad Española de Vexilología para la elaboración de la bandera del municipio. Los expertos realizarán sus sugerencias basándose en los resultados de la investigación realizada bajo la supervisión del Centro de Estudios Bejaranos (CEB).

[...]

Salamanca 24 Horas

10.6.14

Así son las 21 banderas más representativas de la historia militar española


Desde que se puso su primera piedra, España ha sido un testigo mudo del paso de los años y se ha teñido en multitud de ocasiones con la sangre de los enemigos exteriores que llegaban a nuestra tierra con pretensiones de conquista y dominación. Sin embargo, hace poco menos de dos semanas todos estos momentos inolvidables han quedado recogidos en el salón de actos del Instituto de Historia y Cultura Militar (ubicado en el Paseo de Moret 3). Y es que, este organismo ha inaugurado una exposición permanente en la que los visitantes podrán disfrutar de 21 réplicas de las banderas más representativas de la historia militar de nuestro país.

La exhibición, que ha contado con la colaboración del Parque y Centro de Abastecimiento de Material de Intendencia, comienza mostrando una réplica perfecta de una bandera usada por la infantería de los Reyes Católicos en 1474. Este pendón, concretamente, contaba con las Armas de todos los Reinos que formaban la Monarquía hispánica, de tal manera que todos los soldados se sintiesen representados, independientemente del lugar del que provinieran. A continuación, la sala alberga desde paños tan reconocibles como los pertenecientes a los Tercios hispanos hasta los utilizados en la época de la II República.

«España es uno de los países del mundo que más riqueza vexilológica tiene, por lo que se hizo muy difícil elegir únicamente 21. A la hora de buscar banderas de los Tercios, por ejemplo, tuvimos un problema, porque hay miles y preciosas. Al final escogimos las dos más representativas a pesar de que las hay mucho más bonitas. La primera es de la época de Felipe II, cuando prolifera la creación de banderas, por entonces todas debían llevar un elemento común, que era la Cruz de San Andrés o el Aspa de Borgoña. La segunda la hemos seleccionado porque es una bandera muy conocida gracias al cuadro de“Las Lanzas” de Velázquez que se guarda en el Museo del Prado», señala el Coronel (R) D. Juan Álvarez Abeilhé, uno de los responsables de la exposición.

Desde que se puso su primera piedra, España ha sido un testigo mudo del paso de los años y se ha teñido en multitud de ocasiones con la sangre de los enemigos exteriores que llegaban a nuestra tierra con pretensiones de conquista y dominación. Sin embargo, hace poco menos de dos semanas todos estos momentos inolvidables han quedado recogidos en el salón de actos del Instituto de Historia y Cultura Militar(ubicado en el Paseo de Moret 3). Y es que, este organismo ha inaugurado una exposición permanente en la que los visitantes podrán disfrutar de 21 réplicas de las banderas más representativas de la historia militar de nuestro país.

La exhibición, que ha contado con la colaboración del Parque y Centro de Abastecimiento de Material de Intendencia, comienza mostrando una réplica perfecta de una bandera usada por la infantería de losReyes Católicos en 1474. Este pendón, concretamente, contaba con las Armas de todos los Reinos que formaban la Monarquía hispánica, de tal manera que todos los soldados se sintiesen representados, independientemente del lugar del que provinieran. A continuación, la sala alberga desde paños tan reconocibles como los pertenecientes a los Tercios hispanos hasta los utilizados en la época de laII República.

«España es uno de los países del mundo que más riqueza vexilológica tiene, por lo que se hizo muy difícil elegir únicamente 21. A la hora de buscar banderas de los Tercios, por ejemplo, tuvimos un problema, porque hay miles y preciosas. Al final escogimos las dos más representativas a pesar de que las hay mucho más bonitas. La primera es de la época de Felipe II, cuando prolifera la creación de banderas, por entonces todas debían llevar un elemento común, que era la Cruz de San Andrés o el Aspa de Borgoña. La segunda la hemos seleccionado porque es una bandera muy conocida gracias al cuadro de“Las Lanzas” de Velázquez que se guarda en el Museo del Prado», señala el Coronel (R) D. Juan Álvarez Abeilhé, uno de los responsables de la exposición.

Banderas: usos y evolución

Según explica Beilhé, la historia y la forma de las banderas son dos factores que van ligados íntimamente a su función: «Estamos hablando de banderas militares, las cuales sirven en principio para que los soldados las vean y sepan dónde está su unidad, su batallón, su regimiento… Con lo cual, los escudos de cada unidad concreta van variando y se van adecuando más a las necesidades visuales. Las banderas al final, dejando a un lado la función anímica y de motivación que tienen, son como enormes pancartas en las que yo puedo poner lo que yo quiera para cumplir y solucionar una necesidad que tengo en el combate»

A su vez, a lo largo de la historia la composición de las banderas y su forma de fabricación se ha relacionado también con su función. «La caballería tenía las banderas mucho más pequeñas. Además podían hacerlas mucho más ricas ya que, mientras que las banderas de infantería o caballería tenían que hacerse muy finas y ligeras para que pudieran portarse en combate, los jinetes no tenían esa necesidad por ir a caballo. Por lo tanto, sus estandartes eran mucho más ricos, tenían bordados en oro y plata, y aglutinaban motivos mucho más complicados que las banderas de infantería», destaca el coronel mientras señala el Estandarte del Regimiento de Dragones de Frisia.

Sin embargo, las banderas fueron adquiriendo una función diferente con el paso de los años y la modificación de la forma de combatir. «En 1920, cuando las tropas estaban en Marruecos, la bandera ya había perdido esa función de llamada para el soldado. Además los despliegues tácticos eran ya diferentes, pues desaparecieron los cuadros y se pasó a un combate en forma de guerrilla. Las banderas perdieron su funcionalidad exceptuando casos muy determinados como la guerra aérea, que en aquellos momentos era incipiente. En esos momentos, las banderas marcaban la primera línea de las unidades propias para que no fueran bombardeadas. Por eso, las banderas pasaron a ser más pequeñas y a tener una función más similar a la actual», finaliza el militar.

La creación de las réplicas

La creación de las protagonistas de la exposición ha llevado más de un año debido a la dificultad a la hora de documentar y bordar las diferentes banderas. Y es que, aunque en muchos casos se partía de un original físico que poder copiar, en otros el único modelo era un cuadro o una pintura perdida en el tiempo que había que analizar minuciosamente antes de ponerse a bordar la réplica. «El proceso comenzó en enero de 2013 y se ha terminado entre febrero y marzo de este año después de todo el trabajo, el cual se añadió al que teníamos normalmente», afirma Ramón Fernández, de la sección de bordados del Parque y Centro de Abastecimiento de Material de Intendencia.

Por otro lado, el proceso también se vio truncado en ocasiones por la dificultad a la hora de reproducir los detalles de las insignias de un tamaño más reducido. «Las de caballería, por ser pequeñas y recargadas, dieron mucho trabajo y fueron muy difíciles de hacer, ya que el dibujo tenía que ser muy preciso para que, una vez bordado, no pasaran desapercibidos los detalles. Por ejemplo, si yo bordo en oro y luego perfilo en negro para resaltar, puede que el segundo hilo me tape el elemento principal por ser tan pequeño», destaca el experto.


9.6.14

La Bandera del Templo de San Francisco (IV Parte)





Por Juan Pablo Bustos Thames

¿Qué misterio nos revelan las frases pintadas sobre la “Bandera de San Francisco”?. ¿Cuánto mide la “Bandera de San Francisco”?. Las medidas de otras banderas de la época. El excesivo tamaño de las banderas de Macha, Ayohúma y San Francisco.

La sorpresa más impactante que tuvimos cuando contemplamos la Bandera del Templo de San Francisco fue descubrir las leyendas que habían estado escondidas durante años, debajo de los pliegues que ocultaban las franjas celestes de esa enseña argentina.

En efecto, la “Bandera de San Francisco” es, tal vez, el emblema argentino más antiguo que existe. Durante años todos creíamos que llevaba pintadas, en letras doradas mayúsculas en negrita, en un formato similar al “Times New Roman”, con una altura de alrededor de diez centímetros, sobre su franja central blanca, las siguientes únicas palabras, en dos líneas horizontales: TUCUMAN y 1814. Por haber estado, siempre, exhibida al público, esas porciones y ocultos, a la vista de todos, los extremos celestes de la Bandera.

Grande fue nuestra impresión cuando aparecieron, ante nuestros ojos, los resquebrajados fragmentos celestes de las franjas externas de la “Bandera de San Francisco”, exhibiendo, al descubierto, más frases que nos revelaban porciones insospechadas sobre el pasado de este emblema.

Efectivamente, sobre la porción superior celeste del paño emergían los inconfundibles rastros de la siguiente leyenda que, en semicírculo naciente, había sido pintada, también en letras doradas mayúsculas: “A LA ESCUELA DE SAN FRANCISCO”.

Sobre la franja celeste inferior, se observa, inmediatamente debajo del año “1814” (que está pintado sobre un renglón imaginario inferior de la franja central blanca), otra palabra, en mayúsculas: “DONO”, y lo que pareciera ser un pequeño acento sobre la “O” final. La originaria pintura dorada debió haber tenido, aparentemente, un componente corrosivo que ha calado la tela celeste, quedando un agujero donde debió haber estado la letra “D”, pero dejando, de todos modos, la huella inconfundible de la misma. Las demás letras (“ONO”), han perdido totalmente su coloración originaria dorada; y sólo quedan restos más finos negros, que nos revelan de qué letras se trata. Lo que pareciera ser el acento, también presenta rasgos oscuros. Aparentemente, y quizás por haber coincidido esta inscripción con alguno de los pliegues que, durante años, mantuvo a la Bandera, doblada, el color dorado se ha caído, y quedado, en su lugar, un componente oscuro de la pintura.

Sobre el mismo extremo celeste inferior de la “Bandera de San Francisco” se pueden apreciar, con letras mayúsculas doradas de mayores dimensiones, otra leyenda, en un semicírculo cerrante: “DON BERNABE ARAOZ GOBERNADOR”.

La información que nos revela sus leyendas

¿Qué información valiosa nos brindan estas leyendas?. En primer lugar, que nuestra “Bandera de San Francisco” fue donada por quien era, en 1814, Gobernador de la Provincia de Tucumán, don Bernabé Aráoz, a la Escuela de San Francisco. Es decir, que se trató de la primera bandera de la que hay registros, en la historia, que se destinó a la primera escuela argentina, como lo veremos en esta saga.

¿Significa ésto, por ventura, que el origen de esta Bandera se remonta, necesariamente, al año 1814?. Para nada. Sólo significa lo que acabamos de expresar. Es decir, que esta Bandera fue donada a la Escuela de San Francisco por quien, en 1814, fuera Gobernador de la Provincia de Tucumán, y héroe de la Batalla del Campo de las Carreras, don Bernabé Aráoz.

Pero volvamos al relato de mi experiencia al haber, primero, accedido al claustro franciscano, con mi hermano Horacio (arqueólogo e investigador), donde fuimos recibidos por el guardián de la orden franciscana en Tucumán, fray Marcos Porta Aguilar y la restauradora Lic. Cecilia Barrionuevo. Después de introducirnos a la habitación que guardaba el paño, a la espera del inicio de los trabajos de restauración, y de descubrir, para nosotros la Bandera, quedamos impresionados por sus enormes dimensiones, la coloración exacta de sus extremos y las leyendas que, durante años, se ocultaron de la vista de todos.

¿Cuánto mide la “Bandera de San Francisco”?

Al llamarnos la atención sus dimensiones, pedí autorización a fray Marcos para medirla, a lo que el mismo accedió muy amablemente, suministrándonos, de inmediato, una cinta métrica. La “Bandera de San Francisco” tiene las siguientes dimensiones aproximadas (porque al estar muchas de sus partes resquebrajadas, no existe la posibilidad de tomar sus medidas, en forma exacta): dos metros noventa centímetros (2,90 mts.) de largo por un metro con ochenta y dos centímetros de ancho (1,82 mts.). Es decir, casi tres metros de largo por dos de ancho.; lo cual representa una proporción cercana a los 2:3.

De buenas a primeras, luce enorme, en comparación con las otras banderas que conocemos hoy en día. Sobre todo si comparamos las dimensiones de la “Bandera de San Francisco” con las banderas escolares; pues no nos olvidemos que se trataba de una bandera de escuela. Ahora bien, ¿cómo son las dimensiones de la “Bandera de San Francisco” comparadas con las otras, de su época, que han llegado hasta nosotros?. La “Bandera de Ayohúma”, que se exhibe en el Museo Histórico Nacional mide 2,32 m x 1,53 m (una proporción también cercana a los 2:3). La “Bandera de Macha”, que se conserva en Sucre, mide 2,30 m x 1,56 m (también, en una proporción de 2:3).

Las medidas de otras banderas de la época

Entre los realistas, podemos citar a una de las banderas rectangulares tomadas en la Batalla de Tucumán, la que se atribuye a un batallón de infantería del “Regimiento Real de Lima”; y que se conserva, también, en el Museo Histórico Nacional. Esta enseña colonial española mide 2,05 m x 1,52 m (una proporción cercana a 3:4). Como ejemplo de emblemas de gran tamaño, tenemos las banderas rojigualdas españolas que flameaban sobre la Real Fortaleza de Buenos Aires. De acuerdo a constancias documentales que han llegado a nosotros, del año 1807, las mismas alcanzaban a medir 14,21 m x 7,11 m, (en una proporción de 1:2 aproximadamente).

Con esto queremos significar lo siguiente: las banderas que flameaban en las fortificaciones costeras debían tener, en razón de su destino, unas dimensiones considerables, para poder ser apreciadas desde la lejanía, por los distintos navíos que se aproximaran a la costa. Hoy en día, en una plaza lindera con la Casa Rosada (justo en el lugar donde antes se erigía el Fuerte de Buenos Aires) se enarbola, a diario, una Bandera Argentina de enormes dimensiones, que se puede divisar a gran distancia. Durante la colonia, flameaban gigantescas banderas navales españolas (rojigualdas; es decir, la actual divisa de la Madre Patria), en esa fortaleza. Las mismas alcanzaban a medir, aproximadamente, catorce metros de largo por siete metros de alto. La proporción de este tipo de divisas, era de 1:2; es decir, el largo era aproximadamente dos veces su alto. Esta proporción se mantuvo, en la historia, aún cuando las rojigualdas se reemplazaron por las Enseñas Patrias. Existe un conocido cuadro pintado por el artista Emeric Essex Vidal, en 1816, titulado: “Fuerte de Buenos Aires, Rivera Norte” (ilustración), donde se aprecia una enorme Bandera Argentina, flameando sobre la fortaleza porteña. Su altura es aproximadamente, la mitad de su largo.

Ahora bien, las dos banderas patrias que se conservan, contemporáneas a la de San Francisco: la de Ayohúma (exhibida en el Museo Histórico Nacional, de Buenos Aires) y la de Macha (conservada en Sucre, Bolivia), tienen, todas ellas la misma proporción, en sus tamaños; que es de 2:3. Es decir, dos medidas de alto por tres de largo. Las Banderas de Macha y de Ayohúma tienen dimensiones similares: de alrededor de un metro y medio de alto por dos metros treinta centímetros de largo.

Sobre el particular comentan los estudiosos Guillermo Palombo y Valentín Espinosa: “La bandera conservada en Sucre… y la que se exhibe en Buenos Aires… por su gran tamaño, mayor que las portátiles, completamente inadecuada para bandera de guerra (de tropas, portátil, como lo era la bandera del Ejército Auxiliador del Perú), por la dificultad de conducirla a pie en marchas prolongadas y por la imposibilidad de hacerlo a caballo, particularmente en un terreno tan áspero como el del Alto Perú, son más apropiadas para ser enarboladas en un mástil, colocadas en una torre o desplegadas en el frente de un edificio…”.

El excesivo tamaño de las banderas de Macha, Ayohúma y San Francisco

En efecto, las dimensiones de estas banderas las hacían excesivamente grandes para servir como enseñas de unidades del ejército. Muy poco prácticas para transportarlas, encabezando las columnas, o para desplegarlas en plena batalla. Tal vez ambas se utilizaron para embanderar edificios de Macha, que, ante la derrota de Ayohúma, hubo que evacuar rápidamente y ocultarlas en la capilla de Titiri, donde fueron encontradas más de setenta años después. Pudieron no haberse tratado de banderas del Ejército del Norte, que se batiera en Ayohúma; ya que no existen registros de que Belgrano ordenara ocultar ninguna bandera. Muy por el contrario, todos los testigos presenciales señalan que, ante la adversidad, el general patriota ordenó hacer ondear la Bandera del Ejército en una loma cercana, para reagrupar a los soldados dispersos por la derrota. Y con todos ellos, en perfecto orden, dispuso la retirada hacia Potosí; siempre encabezados por la Bandera.

Volviendo a la “Bandera de San Francisco”; observamos que la misma, guardando la misma proporción que sus otras insignias contemporáneas, mide alrededor de treinta centímetros (30 cm) más de alto, y sesenta centímetros (60 cm) más de largo que las otras. Es decir, que tiene alrededor de un treinta por ciento (30 %) más de superficie que las banderas de Macha o de Ayohúma. Si ya expresamos la gran dificultad que significaba, para entonces, portar las enormes Banderas de Macha o de Ayohúma por soldados abanderados, en medio de una batalla (máxime en la accidentada puna y las quebradas del Altiplano), mucho más difícil sería hacer portar una enseña un 30 % más grande, como lo es la de San Francisco, por niños en edad escolar. En consecuencia, esta Bandera debió haber sido utilizada en mástiles, colgada en algún balcón o ventanal, fijada al frente del edificio escolar, así luciera plenamente sus leyendas, o bien llevada a los actos públicos, entre varias personas, sin abanderados, sino simplemente, sosteniendo el paño, con sus manos, desde la franja superior celeste, tal vez doblada, ya que la altura de la enseña, totalmente desplegada, es también importante (1,82 m.). Otra posibilidad es que se la izara en algún mástil, durante las festividades públicas y no se paseara. Ahora bien, ¿cuál es la dimensión de cada una de las franjas que componen la “Bandera de San Francisco”?. ¿Respeta la actual uniformidad de dimensiones que hoy conocemos en nuestra enseña oficial?.



2.6.14

La Bandera del Templo de San Francisco (III Parte)



Por Juan Pablo Bustos Thames

El recinto que alberga provisoriamente a esta Enseña. La Bandera de San Francisco ante nuestros ojos. Su tamaño. Forma y disposición de los colores. Las leyendas grabadas sobre la Bandera. ¿Qué dicen las leyendas?. Ilustración inédita da la “Bandera de San Francisco” completa, con todas sus leyendas.

La Bandera del Templo de San Francisco es una de las más antiguas emblemas argentinas que se conservan. Originariamente se la podía apreciar, enmarcada en un cuadro, donde se la exhibía, arrugada, mostrando únicamente una porción de su franja central, con las siguientes palabras, en dos líneas horizontales: Tucumán y 1814.

Hace poco esta Bandera ha sido retirada de su lugar habitual de exhibición, para ser restaurada por las expertas: Lic. Cecilia Barrionuevo y Mgr. Olga Sulca. Los trabajos de restauración se llevarán adelante en dependencias del mismo convento franciscano, a donde ha sido trasladado el paño; el cual fue extendido sobre un gran tablón, asentado sobre caballetes, a aproximadamente metro y medio de altura, con respecto del suelo.

Hace pocos días, el guardián del Convento de San Francisco, Fray Marcos Porta Aguilar muy gentilmente permitió que, en compañía de la Lic. Barrionuevo y de mi hermano, quien además es arqueólogo e investigador, Horacio Bustos Thames, pudiéramos ingresar a la celda lindera con la calle 25 de Mayo, donde reposa esta Enseña Patria, a la espera del inicio de los trabajos de restauración.

Una vez que el religioso abriera la puerta del recinto, encendiera la luz, y nos permitiera ingresar, se desplegó, ante nuestros ojos, una celda de aproximadamente cuatro metros de largo, por cuatro metros de ancho, con un techo a considerable altura, y una ventana, con su persiana respectiva que daba a la calle, debidamente asegurada. En el medio de la habitación, y ocupando gran parte de la misma, se extendía la “mesa de trabajo” de las expertas, que tenía, aproximadamente, tres metros y medio de largo por dos metros y medio de ancho. Se trataba del gran tablero, sostenido en caballetes.

Encima de la tabla se observaba, desenrollado, un grueso paño, que cubría totalmente la Bandera que veníamos a visitar. Intrigados, mi hermano y yo nos ubicamos en posiciones estratégicas, alrededor de la mesa, para poder apreciar el momento en el cual Cecilia descubriera la tela bicentenaria.

La “Bandera de San Francisco” ante nuestros ojos

Con sumo cuidado, y auxiliada por Fray Marcos, la experta procedió, lentamente, a enrollar el grueso género que protegía y cubría a la Bandera del Templo de San Francisco, dejando, de este modo, al descubierto, la enseña albiceleste, que volvía a relucir, como hacía doscientos años, ante nuestros ojos.

Sobre la blanca tabla de madera reposaba, totalmente desplegada, la famosa “Bandera de San Francisco”; ante nuestro total asombro. Lo primero que nos llamó la atención fueron sus considerables dimensiones. En efecto, totalmente desplegada, la Bandera cubría más del noventa por ciento de la superficie de la tabla.

El segundo detalle que confirmamos al observar este Emblema, fue que la misma tenía exactamente el mismo formato que la Bandera Argentina que conocemos hoy. Es decir, que lucía tres franjas horizontales: dos celestes a los extremos y una blanca en el medio.

En tercer lugar, la coloración celeste correspondiente a las franjas de los extremos estaba en bastante buen estado, sin manchas, descoloramientos, o tonalidades diversas. El color de las alas es de un celeste suave, como el cielo diáfano, de un día primaveral. Ello confirma que las Enseñas Patrias de los primeros años tenían esa tonalidad celeste y no azul, como algunos llegaron a afirmar.

También nos revela que el color original ha sido mantenido, pese al paso del tiempo, debido a la manera en la cual se había conservado la Bandera. Es decir, arrugada, plegada dentro de un cuadro, enmarcada y con un frente de vidrio. Al no haberse exhibido las alas celestes de esta Emblema en muchísimos años, las mismas permanecieron ocultas a la vista y a factores que pudieran haberla afectado (en especial la luz); permitiendo, de ese modo, su conservación.

Otro factor que pudimos observar, confirmando los comentarios que nos había referido ya la Lic. Cecilia Barrionuevo, eran los innumerables resquebrajamientos de la tela, en ambos extremos celestes de la Bandera. Pareciera que el paño se guardaba, durante mucho tiempo, doblado o plegado. A lo largo de los pliegues, principalmente, la tela había empezado a quebrarse y pedazos de género de tamaños pequeños de los más diversos formatos irregulares se encontraban desperdigados sobre la tabla. Casi no se observaban quiebres en la franja blanca de la Bandera. Seguramente el material con el cual fue confeccionada la franja central era más resistente que el género de los extremos.

La Bandera totalmente desplegada no tiene dibujos, diseños o imágenes en su superficie. Para la época de su confección era usual que algunas llevaran las armas de la Asamblea del Año XIII (el actual Escudo Nacional) en diversos formatos. Sin embargo, ello era usual en los pendones que portaban los ejércitos revolucionarios, y no en las banderas de uso civil, como veremos que fue este paño. En efecto, recordemos la Bandera del Ejército de los Andes, que se conserva actualmente en Mendoza, o bien distintas Enseñas enarboladas por el Ejército del Norte, en el Alto Perú, según lo relatan diversas crónicas de la época. Tampoco lleva un sol, elemento que los pabellones argentinos empezaron a lucir recién a partir de 1818, varios años después del nacimiento de la “Bandera de San Francisco”.

Las leyendas grabadas sobre la Bandera

Otro factor importantísimo detectado en esta Enseña se corresponde con las leyendas que se observan pintadas sobre su superficie. Nos llamó poderosamente la atención que se hayan pintado las leyendas y no se las hubiera bordado, por ejemplo, para darle mayor durabilidad.

En efecto, todas las leyendas que surcan la superficie de la Bandera lo han sido con letras de imprenta, en un formato similar al “Times New Roman”, en mayúsculas y negrita.

El color de la pintura, añade mi hermano Horacio, es claramente dorado. Para la época, se debe haber utilizado alguna pintura, con componentes de oro en polvo, para lograr el efecto que se aprecia hasta hoy. En la época, señala, no existían las anilinas, ni los colorantes que conocemos actualmente. Entonces se tiene que haber utilizado algún compuesto con base de oro, para que las letras tengan el efecto que ha llegado hasta nosotros.

Pareciera que la pintura dorada utilizada es bastante corrosiva, ya que, en muchos puntos, sobre todo en las alas celestes, la tinta ha devorado la tela y dejado huecos, que si bien es cierto permiten determinar de qué letra se trataba, en cada caso, ha degradado, también, el género, en forma irreversible.

¿Por qué se habrá resuelto pintar las leyendas y no bordarlas, atento a la durabilidad de este tipo de “grabado” con respecto al pintado, amén de que el bordado no daña tanto, con el tiempo, al género que lo contiene, como sí lo hace una pintura corrosiva, con base de oro?. Es lo que se pregunta, en voz alta, Horacio.

A lo que le respondí que el bordado demandaba dos cosas: tiempo y recursos. Tal vez no se contaba con ambas, para la época en la cual se decidió grabar las frases. En efecto, no se borda una Bandera de estas dimensiones, de la noche a la mañana. Requiere bastante tiempo hacerlo. Recordemos que, para bordar el Escudo Nacional en la Bandera del Ejército de los Andes, hubo que reunir a un equipo de varias “Patricias Mendocinas” para poder concretar la labor, en varios meses de trabajo, en una superficie mucho menor que las frases que se observan sobre la faz de la “Bandera de San Francisco”. Tal vez no se contaba con un equipo de damas dispuestas a bordar. Como se trataba de letras, quizás no era fácil conseguir, en la época, mujeres que supieran leer y escribir y que, a su vez, bordaran prolijamente letras, en un pueblo como San Miguel de Tucumán, que en la época apenas superaba las cuatro mil almas. Recordemos que, para entonces, no había aquí máquinas de bordado y esa labor estaba exclusivamente relegada a las mujeres, un poco más de la mitad de la población de entonces.

Fue, evidentemente más sencillo, práctico, rápido y barato, tomar la enorme Bandera, ponerla sobre alguna gran mesa, tal vez similar a la que la cobija hoy, dibujar con lápiz, sobre ella, las frases que debían grabarse, y después encontrar a una sola persona idónea que pudiera pintar el paño con el compuesto, con base de oro, labor que le pudo llevar al letrista, apenas unos cuantos días. El letrista pudo haber sido un hombre o una mujer. Hasta el día de hoy han llegado a nosotros crónicas de la época, que dan cuenta que, durante el año 1813, en los territorios ocupados por el Ejército del Norte, abundaban las “Banderas de Reclutamiento”. En efecto, Banderas Argentinas, en los más diversos formatos se colgaban o fijaban en el frente de los edificios importantes de los pueblos, con leyendas pintadas encima, invitando a los jóvenes norteños o altoperuanos a enrolarse en el ejército. Por lo tanto, el procedimiento del pintado de leyendas (no bordadas) sobre las Banderas era bastante popular, práctico, rápido, barato y extendido, en la época y en la zona.

¿Qué dicen las leyendas?

Ahora bien, hasta el día de hoy, los tucumanos sólo sabíamos que la “Bandera del Templo de San Francisco”, exhibida ante nuestros ojos sólo contenía dos palabras, sobre la franja blanca central: “TUCUMAN”, en una línea superior y “1814”, en otra inferior.

Sin duda, el detalle que más nos llamó la atención fue que, sobre las franjas celestes de los extremos, ocultas, por muchísimos años, a la vista del público, había más frases, que ahora lucían, extendidas, en toda su amplitud, ante nuestros ojos, maravillados.

La primera, en un semicírculo superior, sobre la franja celeste de arriba, puede apreciarse que dice, con un tipo de letras más pequeño: “A LA ESCUELA DE SAN FRANCISCO”, aunque muchas de sus letras están corroídas y han dejado, solo huecos en el paño. Debajo del año “1814”, y ya sobre la franja inferior celeste, se aprecia una palabra: “DONO”. Esta palabra tiene la “D” ahuecada y se ha caído la coloración celeste de las demás letras, quedando sólo rastros oscuros, en sus lugares. Sobre esa misma franja inferior celeste, cierra otra frase, en semicírculo, también en el mismo formato, pero con un tipo de letras más grande: “DON BERNABE ARAOZ GOBERNADOR”. Se trata de una información crucial, importantísima e invalorable, para estudiar el pasado de nuestra “Bandera de San Francisco”, como lo veremos en las próximas columnas. Como no estamos autorizados a publicar fotografías de esta Enseña, mi hija María Silvia Bustos Thames ha elaborado un diseño que refleja exactamente la composición completa de esta Bandera, y que se acompaña como ilustración de esta columna.

(Continuará)